
Dicen por ahí, que sólo se necesitan unas cuantas letras para decir un par de palabras. Yo nunca me había parado a pensar en el poder de la palabra hasta que realmente me hirieron a través de ellas. Fue entonces cuando me senté aquí, delante de la pantalla, y me dispuse a teclear con rapidez todo lo que me dictaba mi cabeza. Claro que en ése momento era un torrente incansable de nuevas ideas, nuevas frases coherentes, nuevas palabras que reflejaban todo lo que estaba pasando por mi interior. Porque necesitaba expresarlo, necesitaba sacar hacia afuera -en forma de palabras- todos los sentimientos que me estaban oprimiendo y asfixiando como si quisiesen matarme. A veces me sorprendía la rapidez con la que mis dedos se deslizaban en el teclado conformando la expresión que precedería a la siguiente; y otras, simplemente me sorprendía porque, de todo el torrente en ebullición de ideas que pasaba por mi mente, no sabía cómo continuar. Son curiosas, ¿no? Las palabras. Letras, consonantes y vocales. En realidad, ellas no tienen la culpa del mal uso con el que las efectuemos. Porque ellas simplemente han sido creadas y ya está, jamás han querido herir a nadie. Todo es culpa de las bocas. Las bocas son las que lo emiten todo con una fuerza tan abrasadora que devasta todo lo que hay alrededor. ¿Nunca os ha sucedido? Ésas veces que dudas en si plantear ésa pregunta, cuya respuesta aún no imaginas, y su respuesta es tan dolorosa que quema tu misma mente. Pero, en realidad, ésa respuesta tan horrible no es culpa de las palabras. Realmente hubo una época en la que hubiese dado cualquier cosa por caerme al vacío un instante. Pero no al vacío al que estoy acostumbrada a caer, sino a ése vacío en el que todo está completamente quieto. Nada se mueve en mi mente, nada burbujea en mi garganta, nada se pasea por mis ojos. No hay absolutamente nada y tampoco puedes hacer nada. Así, no hay palabras. Sin ellas no piensas, no te comes la cabeza, no estás triste, no empeoras las situaciones... Sin ellas, tu mundo se vuelve un poco más tranquilo. Pero las palabras no tienen la culpa.
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Nubes de papel.