+ Yo no, yo no, creedme. Vosotros lleváis zapatos ligeros de baile. Yo tengo el alma en los pies.
- ¡Eres un enamorado! Pídele las alas a Cupido y vuela por encima de todo.
+ Me hundo bajo la pesada carga del amor.
- Demasiada opresión para tan tierna cosa.
+ ¿Dices que es tierno el amor? Es demasiado duro, áspero y violento, y pincha como el espino.
- Si el amor es duro contigo, sé duro con él. Si te pincha, pínchalo y húndelo.
+ ¡No tiene sentido ir!
- ¿Se puede saber por qué?
+ Ésta noche he tenido un sueño.
- Yo también.
+ ¿Y cuál era el tuyo?
- Que los soñadores ven visiones.
+ ¡Visiones verdaderas mientras están soñando!
- ¡Oh! Veo entonces que la reina maga ha estado contigo. Es la patera de las hadas, y su tamaño no es mayor que una piedra de ágata en el anillo de un concejal. La arrastra un tronco de pequeños átomos entrando por la nariz de los durmientes. Su coche es una cáscara de nuez. Su cochero, un pequeño mosquito vestido de gris, y con tan lujo galopan, noche tras noche, cual cerebros enamorados que entonces sueñan con el amor. Por dedos de abogados que sueñan con sus honorarios. A veces pasa por el cuello de un soldado, y éste sueña que corta cuellos extranjeros. Y así, asustado, jura una oración o dos, y se vuelve a dormir. Ella es la bruja que cuando las mozas yacen boca arriba las oprime y las enseña a concebir haciéndolas mujeres de buen beso. ¡Ésa es ella! ¡Ésa es ella!
+ Calla, Mercuccio, calla. Hablas de nada.
- Es cierto. Hablo de sueños, que son los hijos de un cerebro ocioso, frutos sólo de la mala fantasía, que es de sustancia tan delgada como el aire y más inconstante que el viento que ahora mismo acaricia el seno helado del Norte y, lleno de ira, se marcha resoplando hacia el Sur que gotea de rocío.
· El viento del que hablas sopla de nosotros mismos. La cena ha terminado, y llegaremos tarde.
+ Demasiado pronto, me temo. Puesto que mi ánimo teme a alguna consecuencia oculta en las estrellas que comenzará durante su temible tiempo con los festejos de ésta noche y pondrá fin a una vida despreciada que guardo en mi pecho por cruel ultraje de una muerte prematura. Pero que quien dirige mi rumbo, guíe mi nave.
Romeo Y Julieta ~ William Shakespeare

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Nubes de papel.