
Me encantan las drogas de sabor dulce. Son mi pequeña motivación para el día a día. Destrozarlas poquito a poquito para introducirlas en mi nariz y aspirar hacia arriba es lo que me levanta el ánimo, lo que me hace sobrevivir y ser fuerte a muchas cosas. Pero yo no puedo vivir toda la vida transformando mis sueños en droga y esnifándomelos como hago todas las noches. Quizás es por éso por lo que tenga el cerebro destrozado entre tanto sueño y tantas palabras que se ahogan en unas agujas de un reloj que va dieciséis años adelantado. Todas las noches siempre sucede lo mismo cuando me tumbo entre mi atajo de sábanas: cierro los ojos y me paro a pensar en todas ésas cosas que me gustaría que pasaran, las que podrían pasar pero no pasan, y las que han pasado. He tenido miles de oportunidades para realizarlas, tal vez es que ya sólo sé maniobrar en sueños. Me gustaría aprender que los pequeños valores que se obtienen en la vida son las reacciones humanas, siempre tan fascinantes. Me encanta la forma en la que las personas reaccionan en mis sueños, está hecha a mi medida, pero no puedo saber defenderme contra algo que yo misma he creado. Él conoce perfectamente mis puntos débiles y yo conozco los suyos. No estoy tan débil como yo pensaba, es que me he encerrado en uno de ésos canutillos que yo me suelo meter por las noches y así me he quedado. Es tan desmotivante pensar que los días van a transcurrir así eternamente... Viví en un minuto que quería hacerse eterno, durar más de sesenta segundos en el minutero. Es tan fácil vivir cuando estás allí, incluso las calles se hacen más grandes y las cuestas hacia arriba se vuelven cuestas hacia abajo. En éste tiempo es como si hubiese vuelto a renacer, es como si me hubieran aportado la dosis de vitalidad que yo necesitaba desde siempre. Vuelvo con fuerzas, sí, pero ésas fuerzas que he adquirido en cinco o seis días se irán en unas horas, y no volverán hasta dentro de mucho tiempo. Siempre tengo que tener la mente ocupada en algo, y éso es culpa mía, por no poder dejar mis pensamientos encerrados, cerrar mis ojos y disfrutar del silencio, que no lo quiero chafar por nada del mundo... Silencio que me abruma, que me quita mis pensamientos y me los devuelve, quisiera tener ojos de serpiente...
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Nubes de papel.