La sensación de hacerlo mal todo el tiempo.

Yo sé muy bien que abriendo éste blog dejo demasiadas heridas abiertas para que la gente siga escarbando. Sé bien que éste blog va a servir para alimentar las críticas de aquellos que me conocen muy bien, aquellos que anteriormente se hacían llamar "mis amigos". Mentiría si dijera que éso ya no me hace daño, que ya no me acuerdo y que se ha quedado enterrado en el pasado. Me habéis dejado marcada para siempre. Todas vuestras durísimas críticas, vuestras mentiras, vuestras humillaciones a mis espaldas... No se me va a olvidar jamás. Y estoy sufriendo duras consecuencias por ello. Ahora soy incapaz de hacer muchas cosas sin pensar en las miles y miles de consecuencias. Y la cabeza me da miles de vueltas aunque la respuesta a la pregunta sea un mísero "sí". Me lo dijeron muy certeramente: "En realidad, lo que pasa en su mente es que se aburre. Verás, cuando tú y yo vamos a una dirección a un paso normal, ella ya ha ido y ha vuelto tres veces". No sé lo que pensar al respecto... ¿Soy distinta a todo lo demás, entonces? Ésto de no saber lo que pasa dentro de mí me fastidia mucho, y me hace dar aún más vueltas en la cabeza. Realmente me hubiese gustado ser una adolescente más del montón. Me hubiera gustado mucho que mis dudas no fuesen más allá del típico: "¿Qué me pongo ésta noche?"; "¿Le gustaré a éste chico?", y ya está... Pero no. Siento que me estoy desperdiciando y no puedo hacer nada para impedirlo. Es mi mente la que me maneja ahora y, por el momento, es más poderosa que yo. Y ha llegado un punto... en el que creo que me da igual lo que pueda pasarme. Ya me da igual si sigo viva, si me muero, si engordo más o menos... Ya todo da igual, he aprendido que nada es importante cuando las personas a las que quieres y aprecias te fallan. Porque, ¿sabéis qué es lo peor? Que sigo pensando que la culpa ha sido mía, y no voy a poder quitarme ése pensamiento por mucha fuerza de voluntad que muestre. Ha pasado ya mucho tiempo desde que éso pasó y sigo estando aquí, con ésos pensamientos clavados en mi cabeza instándome, diciéndome que éste no es el camino, y es que ¡no puedo cambiar de dirección por mucho que lo intente! No sé cómo hablar, qué decir, ni cómo reaccionar en cada instante.

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