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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

miércoles, 12 de octubre de 2011

En lo más profundo de toda mi alma.

“Será como si nunca hubiese existido”, me había prometido. Noté el suave suelo de madera en las rodillas y luego en las palmas de mis manos, y, al final, apretando contra la piel de mi mejilla. Esperaba poder desmayarme pero, para mi desgracia, no perdí la conciencia. Las oleadas de dolor, que apenas me habían rozado hasta ese momento, se alzaron y barrieron mi mente. Una auténtica agonía me recorrió al recordar su rostro, y la comprensión se hacía cada vez más amarga, intentándome convencer de que se había ido. Por lo visto, no debía significar mucho para él cuando me abandona dejándome desprotegida. Otro golpe, otro desgarrón en el pecho. Ha desaparecido. Así como todo lo demás. ¿Con quién puedo hablar ahora? Estoy perdida. Cuando se fue, se lo llevó todo con él. Pero veo su ausencia y donde mire... es como si algo me estuviera perforando el pecho. Pero en cierto modo me alegro, el dolor es la confirmación de que él realmente existía, de que todo existió. En aquel momento, la vida parecía demasiado lúgubre como para dejarse engañar. El agujero ya empezaba a dolerme, y aunque sabía las consecuencias, extraje los recuerdos, no unos recuerdos verdaderos que dolieran demasiado, sino los falsos recuerdos de su voz hablando en mi interior. Y los oí repetidas veces hasta que me quedé dormida mientras las lágrimas rodaban lentamente por las mejillas de mi rostro vacío. Cuando desperté a oscuras, no estaba segura de si acababa de empezar a llorar o había empezado mientras dormía y las lágrimas de ahora eran la prolongación del llanto de mi sueño. Miré el techo en penumbra. Los párpados se me cerraron. Había una cosa que sabía a ciencia cierta, lo sabía en el fondo del estómago y en el tuétano de los huesos, lo sabía de la cabeza a los pies, lo sabía en la hondura de mi pecho vacío... El amor concede a los demás el poder para destruirte. A mí me habían roto más allá de toda esperanza. No soportaba la idea de hacerle daño ni tampoco podía impedirlo. Se había ido con sus amigos y yo estaba sentada en casa, echándole más de menos a cada hora que pasaba. Me sentía muy sola, aburrida, preocupada, herida... Y ahora, también desolada al comprender que el tiempo que habíamos estado separados no había tenido el mismo efecto sobre él. Tendría que comprometerme, entregar todo lo que quedaba de mí, cada pedazo roto. Era la única manera de ser justa con él. “Como si nunca hubiese existido”. Menuda locura. Aquella fue una promesa que él no podía mantener, una promesa que se rompió tan pronto como la hizo. El aliento me salió de los pulmones ruidosamente. Allí clavada, me sentí traspasada por sus palabras. El dolor me recorrió todo el pecho en la forma acostumbrada. El agujero de mi pecho me desgarraba de dentro hacia afuera, pero había algo más, una música de fondo para el caos de mis pensamientos. No podía creer que le hubiera oído bien.
Luna Nueva ~ Stephenie Meyer

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