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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

jueves, 5 de julio de 2012

El tiempo cura todo, pero hay enfermos en salas de espera.

Cuando ya no te queda nada, cuando ningún arma que te quede en pie es suficiente, cuando piensas que todo se ha derruído, cuando incluso la persona que pensabas que nunca te fallaría lo hace, ése es el preciso instante en el que toda la vida da un giro de trescientos sesenta grados y es cuando te armas de valor y tu cuerpo te pide dar un grito de: "¡Basta ya!". Basta ya a todas las palabras malas y basta ya a todas las personas que te hacen daño, basta ya a toda ésta confusión que se empeña en perseguirte como si le fuese la vida en ello. Y no es nada fácil desprenderte de algo que es importante, desprenderte de ése algo que es importante en tu vida, que jamás pensarías que podrías siquiera vivir sin dicha persona. Lo malo de todo ésto es que éste valor del que me armo, tal como viene, se va. Y cuando se va, me deja débil y endeble, vulnerable a los pensamientos. A veces quisiera pararlos. Quisiera que, cuando uno quisiese penetrar en mi mente, pudiese alzar mi mano y pararlo como si de una flecha se tratase o, al menos, esquivarlo. Pero es imposible porque ya lo he intentado en incontables veces, y es más fácil dejarlo hacerte daño que intentar pararlo y esquivarlo. No se puede arreglarlo todo, no se puede tener una vida cordial y llena de felicidad, no se puede tener a todo el mundo contento porque, cuando intentes darle el gusto a alguien y a otro alguien, enseguida te llamarán hipócrita y mala amiga, entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo reaccionar? He probado todos los métodos existentes, y ahora no sé qué puedo hacer. No quiero caer en la desesperación porque aún quedan muchos días que estar aquí. Pero ¿qué más da éso ahora? Aunque queden pocos días que estar aquí, cuando esté allí ya no habrá nada, no habrá una mano amiga y tampoco habrá un Verano memorable esperándome. No habrá nada porque todo se ha acabado. Quiero una vida nueva. Quiero una vida limpia para empezar, para cometer nuevos errores y tener nuevos pensamientos, para poder reformar mi carácter y mis pensamientos, para no tener que sufrir de la forma en que lo hago. Porque la única causante de mi sufrimiento ahora mismo soy yo, y sería patético intentar echarle la culpa a los demás. Tengo que hacerme una persona especial. Porque quiero serlo. Quiero ser ése tipo de persona buena, especial, amiga de sus amigos, que todos quieran estar con ella y ser agradable. Y éso es lo que he pretendido hasta ahora, pero no ha sido suficiente porque estoy en el mismo lugar en el que estaba antes de llegar aquí. Me muerdo la lengua, y sigo hacia adelante como si nada pasara.

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Yo soy la palmera que se dobla pero aguanta el huracán.

Me explotan las venas, lo siento ahora mismo. Pierdo la paciencia, me duele, me duele cada vez más el cuerpo y creo que no estoy preparada para seguir hacia adelante. Ya los problemas no se han extendido hacia afuera sino que radican en mi casa. Tengo ganas de llorar y tengo que esperar a que todos se vayan. Sé que estoy haciendo las cosas mal, pero no hay otra forma de hacerlas, no se me ocurre una forma de acabar con todo sin que yo salga perjudicada. Nadie piensa en mí, a nadie le importa lo que yo sienta por dentro, a nadie le importa lo mal que yo pueda llegar a sentirme una mañana, una noche o un día, siempre mirarán por sí mismos. Da igual que sea mi madre o mi padre, o mi hermano, mis tíos, o mis abuelos. Siempre estarán mirando hacia su dirección, nadie se ha parado nunca a preguntarme: “¿Qué es lo que sientes? ¿Cómo te sientes ahora? ¿Te dolería mucho si te obligásemos a hacer ésto?”. ¿Por qué no pueden dejar de pensar en lo que pensará la demás gente y piensan en lo que a mí me hace sentirme bien y a gusto? ¿No se dan cuenta de que sus palabras hieren y hacen mucho daño? ¿No son conscientes de que sus bipolaridades van a acabar por hacer migas mi cabeza? Sólo tengo ganas de estallar en mil pedazos, de llorar mucho y de intentar calmarme yo misma, pero sé que éso no solucionará nada. No tiene arreglo ya, es algo que debió de haberse roto hace mucho y yo sólo trato de mantener los pedazos como puedo. Pero no se puede. Me gustaría descolgar el teléfono y que al otro lado de la línea hubiese una persona dispuesta a escucharme, a comprender cómo me siento. Me da igual que sea desconocida o que me odie, sólo quiero un poco de comprensión y ayuda. Hoy parece que todo se ha empeñado en teñirse de color gris y no puedo hacer nada para evitarlo. Lo he intentado todo, y ya no puedo más. Intento comer un poco más, intento sacar buenas notas, intento estar alegre y ser agradable a sus ojos, pero no se conforman. Quieren más, quieren más cosas que yo no me veo capaz de dar, no puedo seguir exprimiéndome porque acabaré doblándome como si fuese una hoja de papel. Odio cuando mi pecho se pone a subir y a bajar con rapidez y luego se acompaña de un torrente de lágrimas. Estoy sola en mi silencio y tengo ganas de gritar. En mi mente sólo resuenan una y otra vez las palabras que me duelen y vienen de las personas que más quiero en éste mundo, y que se supone que más me quieren en ésta vida. Ahora me da miedo estar con ellos, ahora me duele estar con ellos porque sé que me odian, sé que en cualquier momento me atacarán y me harán daño, y no quiero llorar más... No sé qué hacer. Las paredes se me achican cada vez más y siento que me oprimen como si estuviese encerrada de por vida. Porque aunque la jaula sea de oro, seguirá siendo una prisión. Lo más triste de todo es que ellos sigan pensando que estoy triste por culpa de otras personas, cuando no se dan cuenta de que son ellos los que me están haciendo astillas y hacen que me duelan muchas cosas. Ya ni siquiera tengo ganas de comer, ni de seguir avanzando, ni de curarme, ni de sacar buenas notas. Todo se me disipa como si fuese una niebla momentánea, pero cuando se vaya yo seguiré estando triste y ellos seguirán estando decepcionados conmigo. Dormir. Quiero dormir.

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Humilde y elegante hay que aprender de los errores, porque lo más importante no lo enseñan profesores.

Ser fuerte y ayudarme a mí misma... es lo único que me queda. Es como cuando te levantas y tienes ésa sensación de haber digerido todo el dolor que te has tragado la noche anterior. Sabes que no está pero sabes que volverá y todavía tienes las secuelas que te ha dejado. Aún te duele acordarte de lo mucho que duelen las palabras que siempre has temido que te digan cuando ya han sido dichas. Pero lo que toca ahora es seguir hacia adelante pase lo que pase, seguir luchando por ser fuerte y reconocer que tengo miedo, pero que también quiero un objetivo y que lo quiero lograr. Quiero ser feliz, y quiero serlo a toda costa, ya. Ahora me toca recibir todo el dolor que causé yo. Quizás fue sin querer, a lo mejor no me di cuenta de que en realidad todo lo que yo decía o hacía provocaba dolor, mucho dolor, y que no podía seguir siendo así. Pero al menos me siento satisfecha de que recapacité, me di cuenta de mis errores y pagué con creces mi deuda. Pero, por lo visto, sigue sin ser suficiente. Sigue sin ser suficiente mi malestar, siguen sin ser suficientes los golpes en los costados que siento cuando escucho otra vez las palabras, cuando veo que anochece y que estoy sola y no puedo hacer nada para remediarlo. No quiero tragarme más el dolor, me duelen los labios de pedir perdón por todo lo que he hecho y por todos los errores cometidos, no quiero romperme más por dentro intentando enmendar todo lo que hice, porque quizás no tenga solución, pero, como siempre, no queda otra alternativa que notar cómo te empujan por detrás y te obligan a seguir hacia adelante, suceda lo que suceda, sin importar lo rota que estés por dentro. Anoche recibí tanto dolor que pensé que me moría, y no era así. Sólo quería estallar, sólo quería acabar con todo. Me dolían los ojos de llorar, estaba sudando de los nervios, quería que todo acabase de una vez por todas. No podía ser así. Tenía que recibir todo el dolor que yo había hecho alguna vez, tenía que pagar por mis errores con una tortura lenta y dolorosa. Ése es el precio a pagar por la felicidad, por la paz interna. Lo que más me preocupa no es que llegue la noche otra vez, lo que más me preocupa es no poder recuperar la confianza ya perdida, y lo que más me preocupa es no poder ser perdonada, no poder volver a ser lo que éramos antes, que mi vida cambie totalmente de sentido por culpa de un pequeño despiste. Por algo que ni siquiera tuve pretensión de hacer. La fobia más grande que he tenido en toda mi vida ha sido a las noches de Verano especialmente. Porque las noches de Verano son peores que las del resto del año, las noches de Verano no traen más que recuerdos dolorosos y llantos. No podré aguantar mucho tiempo más.

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A mí el tiempo me hizo daño y no justicia.

Como cuando sientes que ya todo está perdido, que respiras por inercia y que intentas invertir tus días en algo que haga que se consuman rápidamente, pero cuando crees que llevas mucho rato invertido y que por fin se ha pasado el día, miras el reloj y aún queda mucho, mucho rato para que un día más se termine. Y otro día más, te desesperas, no haces más que pasar hojas del calendario y contar días hacia atrás para ver cuándo va a terminarse de una vez ésta pesadilla que no te deja vivir. Pero son ésos momentos en los que tengo que volver a levantarme y decir a mí misma: "Adelante, sigue. No todo está perdido", aunque yo misma sepa que ya no hay más carne que poner en el asador, aunque yo misma sepa que estoy perdida entre mis pensamientos... A pesar de todas ésas cosas, siempre tengo que seguir hacia adelante. Y estoy harta. Estoy harta de no poder parar el tiempo cuando yo quiera, ni de manejarlo a mi antojo. Porque ellos ni ven ni sufren lo que sufro yo, sólo me ven de vez en cuando triste y me preguntan qué me pasa. Me ofrecen un par de cosas y, como yo no quiero, ya dejan de insistir. Pero ellos saben lo que quiero. Y no me lo darán porque entonces volverán a llamarme caprichosa, que sólo pienso en una cosa, y todas ésas cosas que me dicen y que me calan en lo más hondo del pecho. Sólo estamos a día 5 de los miles y miles que me quedan por pasar aquí. Ni siquiera puedo llorar, ni siquiera puedo tirarme del pelo y gritar con rabia todo lo que tengo dentro. La rutina va pasando, y pasando, y pasando, y con ella se está llevando todos los trozos de cordura que pueden quedarme dentro. Pero, una vez más, lo único que me queda es seguir hacia adelante.

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Tienes que ser fuerte, mantener el norte, intentar no rendirte.

Hay días en los que siento que el mundo se ha caído encima de mí y no encuentro la forma de levantarlo, por mucho que me esfuerce. Son ésos días que parece que te quemas por dentro y que darías lo que fuese, lo que fuese, lo que fuese... sólo por un poco de compañía. Sólo por salir del sitio en el que estás atrapada. Sólo porque todo cambiase un poquito. Son ésos días en los que te ves avasallada por miles de preguntas que torturan tu mente y no se quieren ir. Días en los que gritas a la pared que basta ya, que te suelte, que quieres comprender y ser comprendida... porque sin comprensión lo único que haces es derrocharte... Miras al espejo y te preguntas: ¿qué hago mal? ¿Es mi pelo, mi cuerpo? ¿Por qué no sirve de nada ser como ellos, pero tampoco ser yo misma? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué soy incapaz de ser como ellos? ¿Por qué duele tanto cuando en realidad no hay nada? ¿Por qué todos acaban abandonándote tarde o temprano? ¿En qué fallo? ¿Realmente merece la pena? ¿Por qué no se acaba todo ésto? ¿Por qué no acabo con todo ésto? ¿Por qué no puedo salir de aquí? ¿Por qué... por qué? Ya sé que estoy mayor para los sueños, pero ¿por qué no lo soy para jugar con fuego? El tiempo sigue corriendo y me persigue, pero a veces quiere ser demasiado devastador y otras tantas se empeña en jugar conmigo como si fuese una marioneta. Las veces que me siento sola en una clase llena de gente, el tiempo me enseña que puede pasar muy rápido y muy lento a la vez. Sólo buenas noticias, éso es lo que espero. Un rayito de luz entre todas las nubes que me diga que voy a salir de aquí, me siento como en una condena perpetua de la que nadie me puede librar y de la que quiero salir, y pongo todo mi empeño, toda mi ilusión y mis ganas, pero no es suficiente. No es suficiente porque voy a estar aquí por mucho, mucho tiempo. Y nadie puede ni quiere remediarlo. Aquí voy a estar encerrada durante mucho tiempo, en mi paraíso de silencio donde sólo yo decido qué, cuándo y cómo destrozar. Ahora me doy cuenta de cuando lo pensaba. Pensaba que era posible, aún albergaba una esperanza de salir de aquí, y estaba dispuesta a aferrarla con todas mis ganas, y a cambiarla por lo que fuera. Pero siempre acababa volviendo a lo más frustrante, a la pared con la que siempre me chocaba y que tenía dibujado un rotundo y contundente “NO” en letras mayúsculas. Tantas historias inquietas... pesan, pesan demasiado. El aire que rodea tus momentos vividos. Tus pensamientos son únicos, tus certezas, un rápido parpadeo se apodera de tu forma de ver el dia a dia. El instante del cual apartas la mirada, son milésimas de segundo. Cero es la palabra clave de contrariedad... Así que vuelvo a mirarme al espejo y vuelvo a preguntármelo... qué es... qué es lo que hago mal...

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Cada recuerdo es tatuaje en mi interior y cada error me hizo ser mejor.

¿Y si no me quedan fuerzas para luchar? ¿Y si ya he derramado tantas lágrimas que se me ha exprimido el alma y no puedo más? ¿Cómo se sigue ahora? ¿Cómo se vive con el cuerpo vacío? ¿Cómo se fingen las sonrisas cuando tienes los ojos hinchados de llorar? Me sereno, cojo aire y decido que ésto no podrá conmigo. Que seré fuerte. Que dentro de unos meses podré contar éstas malas experiencias y reírme de mí misma al haber sido tan dramática y tan exagerada, como siempre lo soy con todo. Es entonces cuando miro al suelo, tomo aire y tengo que levantarme, una vez más, de entre los escombros, para pelear. Aunque tenga el cuerpo tan roto que ya no sienta nada. Aunque me duelan los pies de caminar descalza sobre las brasas. Ésta vez, sin nadie que me ayude, sin nadie que me tienda su mano en la oscuridad, sin nadie que esté dispuesto a creer en mi progreso. Hoy tendré que sacarme de las brasas yo sola, tendré que aprender a ser fuerte como jamás en la vida lo he sido, tendré que hacerme valer porque si no me voy a ahogar en la boca del lobo, y él no ha empezado aún a masticar. Pero, por muchas palabras de aliento que sea capaz de decirme a mí misma, siempre llega ése momento. Se me hunde el pecho como si me colocasen placas de hierro encima y me cuesta respirar. Los ojos se inundan de lágrimas. Es entonces, cuando me encuentro sola en mi silencio de oscuridades, cuando sólo se escucha mi voz ahogada y rota dándome ánimos. Diciendo: "Por favor, sigue adelante, por favor, no, no caigas, no te caigas...".

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