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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

domingo, 22 de abril de 2012

Las personas no cambian por más oportunidades que les des.

Y ya casi estoy cerca de la felicidad, de la verdadera felicidad, y luego cuando la toco me doy cuenta de que está hecha de sueños y de cristal. ¿Debería decir "vale" y no salir corriendo? ¿Debería confesarlo todo? ¿O dejar que mi voz lo pierda en el silencio? ¿Qué lengua acariciará mi nombre si yo lo destrozo? No, no quiero comer, quiero tomar tu mano e irme muy lejos dejando que los sueños desgarren el tejido de la realidad. ¿De qué estarán hechos los sueños? ¿Por qué nunca mueren? Nacen del amor. Crecen con la ilusión, se alimentan de mentiras y mueren con la verdad. Podemos buscar un escondite o quedarnos y luchar. Podemos dejarlo pasar o simplemente aceptar. Suplicar al viento que nos deje en paz o volver al país de Nunca Jamás. Pero, sssssht, calla, no rompas el silencio, dulce silencio, ven otra vez y calla las voces egoístas paralelas a mis sueños. Aquí cuento, aquí digo lo que mis sueños me querrían cantar. No me creas nunca, porque una cosa es tu historia, y otra cosa muy distinta es mi historia. Y unas me dicen que tu corazón yace, y otras rápidamente van a despertarlo. Podría hacer muchas cosas, pero no voy a dejar que me sueltes.



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Las nubes grises también forman parte del paisaje.

Y los sueños consumen poco a poco mis energías, se acercan cada vez más al infinito, donde en mi boca yacen. ¿Quién muere? Soy tan irreal... Quiero gritar y perder otra vez el control, subir el volumen a tope y volver a gritar corriendo sin parar. Necesito vivir, aprender a no necesitar desayunar leche con galletas. Estoy creciendo y cada vez que mi cuerpo incrementa un centímetro cada día me doy cuenta de que la vida es así, y no va a haber quien la cambie. Y cada vez que me gritan y me exigen quiebro la punta del bolígrafo en una hoja de papel. Porque si tú me gritas a mí yo te grito el doble, porque si tú me dañas a mí yo marco poco a poco tu cuerpo con arañazos de desgracia, porque si tú me mandas a mí yo te mando muy lejos de una patada. Los amigos son para siempre, para siempre jamás. Confíales las cosas y serán usadas en tu contra para lo que sea, vigila en quién confías y desconfía hasta de tu sombra. Porque lo que bien puede ser una sonrisa sincera puede transformarse en una puñalada trapera por la espalda. Ojalá te pudras en el mismísimo infierno y ésa risa infantil se transforme en estrellas ardiendo.

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Por más que lo intente, ya no volveré a sentir lo mismo.

¿Qué ha pasado? ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué el mundo se vuelve del revés? Y yo que creía que los amigos eran para siempre, y yo que creía que los amigos no hacían daño, y yo que creía que los amigos no te traicionaban... Qué ingenua fui pensando todas ésas chorradas. Porque todo empezó con una broma, una inocente broma que pensábamos que no le haría daño a nadie, y casi ha acabado con nuestra amistad. En realidad todo eran excusas, todo eran mentiras para verle. Ahora todo se me desmorona, ¿qué pasa? Creía que eras mi amigo, creía que eras la primera persona del mundo en la que podía confiar y la última del mundo que me chantajearía. Pero lo siento, no me voy a dejar amedrentar por tus caprichos, no estoy aquí para servirte. Porque a mí no me va a pasar nada si dejo de ser tu amiga, pero si nos separamos tú te mueres. Podrás correr una cortina negra para que no se note que sin mí estás perdido, podrás cerrar los ojos las veces que quieras, pero tenlo presente, no intentes disimularlo, se te da muy mal. Y puedes ser un artista de la mentira como te consideras, puedes ponerte todo lo chulo que quieras, eres un maldito mentiroso compulsivo.

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Es difícil perdonar cuando sabes que el otro no se arrepiente.

Dos vidas, dos destinos, dos corazones unidos por un lazo rojo muy fino. Una no puede dejar de sentir, y la otra mira y prolonga la agonía. ¿Tal vez un sueño en común? ¿Tal vez se aman? Pobre, pobre e ingenua alma de cristal que cree que puede esperar para siempre, que disfruta con cada momento de agonía. Dulce, dulce y suave alma que duerme y sueña tranquila creyendo que aquello no es para ella. Vuelan tranquilas las almas, soñando despertar. Y el lazo rojo cada vez se tensa más y más, y cada tironcito que da un tercer alma, duele. Pobre, pobre y silenciosa alma que compone pedacitos de dolor en su umbral de luz. Dichosa, dichosa y feliz alma que cree que su vida es perfecta. La llama de la vida se apaga en sus ojos y prende por las venas diciendo que esperará para siempre. Dulce muerte del corazón, preciosa lluvia de agonía que baña aquel armazón. Porque quiere estar rota, pero sólo está agotada, porque piensa que el tiempo es buen curandero, porque piensa que la muerte es una forma más de amar, porque sueña que ama, y sueña que es amada.

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La alarma del despertador no señala el principio del día, sino el final de una larga noche.

Escribo sin parar, porque cada sentimiento que recorre mi columna vertebral prende hasta mis manos y me hace soñar. Lo daría todo ahora mismo si me prometiesen una eternidad conmigo misma. Y ya que estamos por soñar, vamos a soñar que un "para siempre" existe. Y vamos a soñar, vamos a soñar que estoy viva y que cada vez que me miro a los ojos es un calambre que me mando. ¿Qué siento que me dicen cuando me miran? Necesito un intérprete de sueños, un traductor de ilusiones, un hombre mudo que me diga que todo es verdad, voy a dar mi versión de verdad, vas a poder tocar ésa cinta roja que ata tu corazón a mi cuello, vas a abrazar las palabras que escribo. Y es especialmente difícil no despegar los pies de la Tierra, y me resulta duramente difícil apartar mis miradas falsas, mis sonrisas fingidas, todos mis gestos. Brindo cada grito de mi sangre, doy cada uno de mis suspiros al aire, regalo con gusto todas mis lágrimas, todos los fotogramas que demuestran que han tocado mi corazón. Doy el vacío de mi pecho para acurrucarme y soñar que lo tengo para mí. Lo regalo todo.

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El peor mal es estar enfermo y no darse cuenta.

¿Estáis ya contentos? ¿No os vale con sonreír a los golpes con el que me asesináis? Porque sólo sabes dar golpes bajos que hacen daño. ¿Sabes tú acaso qué es la amistad? ¿Tienes idea de lo que significa la palabra respeto? ¿Compasión? ¿Injusticia? No, no creo, estáis demasiado ocupados en pensar cómo me vais a joder la vida como para daros cuenta de que no soy vuestro juguete, no soy una marioneta que me podáis coger de los hilos cuando os dé la gana. No sé cuándo pensaréis daros cuenta de que soy una persona, y tengo sentimientos, tengo una vida fácilmente destrozable. No podéis pretender derramar mis lágrimas y luego recogerlas gota a gota. No voy a ser más vuestra muñequita para que juguéis conmigo cuando os venga en gana. Puede que penséis que aún soy una niña que le falta madurar y que no tenga personalidad, puede que penséis que no sé darle forma a mis sentimientos, pero sé mucho más de lo que creéis y no todo en mi vida va a ser aguantaros. Porque, ¿sabéis?, vosotros habéis tocado mi punto débil y ahora yo destrozaré el vuestro, aunque me duela más a mí que a vosotros. Dicen que las venganzas no son buenas, por éso me defiendo con palabras, por éso mi confidente es un trozo de papel medio roto y tinta azul y roja. Porque, ¿sabéis?, yo soy vuestro punto débil.

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Ésta vez prometo no hacerme daño.

Anoche soñé que iba caminando sola en la inmensa oscuridad. Soñé que estaba sola y asustada y no sabía qué hacer o dónde ir. Soñé que me vencía el dolor, ése burbujeo de sangre que se concentra en mi estómago cada vez que me veo, cada vez que me siento. Anoche soñé que la gente giraba la mirada para mirarme, y mis pies se despegaban del suelo lentamente, y empecé a desaparecer en la penumbra, y empezaba a llorar, y... ¿Nunca os ha ocurrido que empezáis a confundir la realidad y los sueños aunque sean términos muy diferentes? ¿Nunca os ha poseído ésa sensación de reír a carcajadas y de repente romper a llorar amargamente? Vendo sonrisas de cristal entre calles perdidas, cada vez que siento que me aproximo más a la realidad, cada vez que mi corazón late, vosotros os lleváis ése gemido. Porque cada una de las palabras que dedico se pierden en el vacío, porque cada uno de los sentimientos creados por mí ya son míos, porque cada uno de mis parpadeos que he dado en ésas noches en vela, a mí me adentraron en el sueño más profundo. Nací vacía sin poder ni siquiera respirar, nací hueca esperando a alguien a quien amar, nací sin nada aguardando un destello polar. No espero a verlo todo vacío, prevengo mi propia quimioterapia. Me dolía la soledad, me empujaba la verdad. Creía que todo estaba perdido, creía que ya no podía aguantar más. Era todo tan certero que creí que empezaba a ser real. Habían pasado tantas cosas, había sentido tantas sensaciones, había llorado, había gritado de felicidad. Me habían empujado, me habían gritado, me habían traicionado, y yo seguía en pie.

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miércoles, 18 de abril de 2012

Caer en el vacío que dejasteis en mi interior.

Duele despertar bruscamente de una pesadilla y palpar la realidad con el corazón, duele abrir los ojos y buscar en la realidad, duele caer una vez más, duele cada lágrima derramada en libertad, duele el recordar. Duele el pasar los días, abismo, corazón. Cada uno de los pétalos es un instante que se marchita, cada una de ésas espinas es una lágrima dormida. Los cuentos de hadas se quedaron en el vacío, vacilando y vagando por la brecha entre realidad y fantasía, destrozando los versos que escribo todos los días. Ahora creo, vagando entre oscuros mundos, cerrando los ojos a cada golpe y dejando jugar al destino a su antojo. Desconectando de la realidad, volando muy cerca de la fantasía, sustituyendo por un instante el dolor, sacando las espinas de mis alas rotas, elevando secretos, durmiendo entre nubes de dolor, ahogando palabras en papeles mojados, aprendiendo a vivir despacito, corriendo por los senderos de la muerte, riéndome de ella en su cara, vacilando al destino, cayéndome a cada pasito, respirando sin sentir el aire en mis pulmones. Y es que si te caes, aprende a mancharte las manos y a saber levantarte, y si te caes, aprende a escupirle en la cara al sufrimiento, aprende a correr dentro del viento, a llevarle la contraria a una filaria. Mantén el equilibrio entre la muerte y la agonía, procura no caerte al foso del dolor, devoran tu mente mil gusanos. Sangro sueños cuando le cuento historias al vaho...

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Almohada, gracias por soportar en silencio mis lágrimas.

No lo sé. A lo mejor me he equivocado y he empezado a rozar el límite de lo incorrecto. A lo mejor me precipité demasiado y antepuse los sentimientos a la realidad. A lo mejor sólo necesito un estímulo que me anime y me ofrezca seguir adelante. No lo sé. A lo mejor ésta sensación de conocer lo desconocido, ésta presión en el pecho, ésta sensación de vacío, ésta confusión, es sólo un paso que me empuja a la realidad, al frío y oscuro abismo de la percepción. Y es que dicen que tienes que gritar y salir. Cómo gritar, si el silencio te ha callado para siempre, cuando te has tenido que tragar las lágrimas hasta que la bola se te ha quedado seca, hasta que ya sólo has podido cerrar los ojos y caer, caer, caer una vez más... Es un sabor tan amargo el de la decepción, tan dulce y salado a la vez. Pero es que lo daría todo, lo que se dice todo, por volver a ésos segundos en los que me vi florecer. De verdad, lo daría absolutamente todo por revivir ésa mezcla de sensaciones. Alegría, cierta tristeza, curiosidad, emoción y, sobre todo dolor, mucho dolor. Había algo en mi interior, algo que me empujaba a ir hacia adelante y decir todo lo que sentía. Pero la realidad volvió a llamar a mi puerta con más fuerza. Y es que tal vez, sólo tal vez me conforme con tener todo lo que yo quiero, en sueños.

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Hay heridas que no sabemos sanar.


"La niña ya no podía llorar, no le quedaban lágrimas. La niña no quería volver a casa, no quería volver a ver al monstruo, no quería volver a ser tirada al suelo, no quería que le hicieran daño. La niña no quería volver a tener el cuerpo lleno de arañazos, la niña no quería pasar más noches frías en el pasillo, la niña quería cerrar los ojos y que cuando los abriera, ya no hubiera nada, que todo hubiera desaparecido y ya no quedara nada. La niña buscaba motivos para sonreír, la niña pasaba las noches en vela intentando ser feliz, esperando que el monstruo de debajo de la cama se fuera y la dejara vivir. La niña corría a tientas por los pasillos y le gritaba al silencio, la niña buscaba respuestas preguntando con lágrimas secas. La niña no quería temblar más cuando se acordara de aquella imagen, la niña escuchaba una y otra vez la misma canción para ver si era posible... despertar."

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Sueño con no necesitar soñar.

Cansancio y agotamiento mental, éso es lo único que puedo sentir ahora. Es como si gritar se hubiese vuelto inútil, como si todas mis ganas de seguir luchando se hubiesen silenciado de repente. No sé lo que me pasa, quizás es que mi cuerpo se esté trasmutando y necesite más. Haciendo un repaso mental, me he dado cuenta de que yo he cometido muchos, muchísimos errores que me han llevado hasta donde estoy hoy. Pero también he perdonado ésas cosas imperdonables, ésas cosas que siempre dije que jamás toleraría, que jamás se merecerían mi perdón. He perdonado la traición de mi mejor amigo, el cual, en vez de apoyarme y ayudarme ahí cuando la anorexia apareció, decidió traicionarme a mis espaldas y burlarse de mí como si fuese el peor de los demonios. He perdonado la traición de aquella persona que juró que jamás me traicionaría ni me mentiría y, aún así, hoy sigo contando con su apoyo y su ayuda para continuar andando hacia adelante. He perdonado todos ésos pequeños gestos y palabras de la gente de a pie que irrevocaban hacia mí. ¿Querría decir que estoy arrepentida? No, no lo estoy. Jamás me ha gustado ser ése tipo de persona que guarda kilos y kilos de rencor en el corazón, pero no puedo evitar que, aún a día de hoy, aún cuando se suponía que el paso debía de estar más que embalsamado y enterrado, aún puedo notar cómo me golpean un poquito por dentro y me recuerdan que todo lo que forjé en un pasado hoy puede caerse otra vez. ¿Puede caerse realmente? ¿Es verdad que cuando menos me lo espere, podrá volver a pasar? ¿Qué haré entonces? No sé si seré lo suficientemente fuerte como para llevarlo todo hacia adelante, para aguantar todos los golpes que el destino quiso darme para echarme hacia atrás. Creo que no quiero seguir aguantando éste descosido por dentro, siento que necesito explotar y sacarlo todo hacia afuera, pero ¿cómo lo hago para no dañar a los demás, para expresar mi dolor sin tener que volcarlo sobre alguien...?

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domingo, 15 de abril de 2012

Si necesitas una mano, la encontrarás al final de tu brazo.

No sé por qué a pesar de todo sigo aquí, en pie, aguantando por mucho que duela cada golpe que decidan darme sin que les importe nada el cómo me quede yo después. Siempre he sido de ésas típicas personas que, cuando alguien necesitaba algo, he estado allí la primera; pero el cuento se cambiaba cuando era yo la que necesitaba algo, y entonces todas las manos se me apartaban cuando las pedía. Siempre ha sido igual y creo que me moriré estando igual, y éso es lo que me fastidia y me enfada. Me gustaría que las cosas dejasen de ser así. Siempre soy la estúpida que siempre está allí, tiene detalles con las personas que le importan, les ayuda en todo lo que puede y se muestra para todo lo que necesiten y más. Y cuando soy yo la que reclama unos minutos de atención, parece que es imposible otorgármelos. De buena, parece que soy tonta. Prometer que jamás volveré a caer en las mismas jugarretas sería mentir, y descaradamente, además, porque volveré a hacerlo, de éso estoy segura. Porque no quiero pasar a la historia como ésa mala persona a la que todos miraban mal. Me da igual hacerlo como la chica a la que miraban mal, pero no como a ésa persona mala que nunca dio nada por nadie. Es triste saber que, quizás, lo haga como aquella persona por la que nadie dio nada. Porque, por mucho que me prometan, me elogien y demás, siempre seré ésa niña estúpida y solitaria que espera un cambio fervientemente y luego no ocurre jamás, porque todos están demasiado absortos en su mundo como para pararse a pensar en mí. Parece que la furia y las ganas de enfadarme con todos se están aplacando conforme las letras se pintan en mi teclado, pero es que no tengo ganas de nada más. Me debilito por momentos.

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martes, 3 de abril de 2012

Un clavo saca otro clavo, sí, pero el último se clava más.

Cierro los ojos y veo oscuridad. En éso puede resumirse todo: en la profunda y ardiente oscuridad que consume mis días. He de admitir que, cuando te acostumbras a sus clavos hundiéndose en tu piel, es agradable el efecto placebo que te proporcionan, y entonces puedes quedarte tranquilamente quieta a esperar a que se claven en ti con más fuerza aún. Qué importa las veces que lo hagan, o la intensidad, lo importante es que ya no digieres más dolor, te has negado y así es como piensas pasarte el resto de tu vida. Es triste, ¿no? Aceptar nuestra condescendiente derrota y tener que admitir que las cosas no siempre saldrán como nosotros queremos: que hoy no es un buen día para empezar a lograr conseguir ésos sueños que nos llevan trayendo de cabeza desde hace bastante tiempo. Pero, ¿qué podemos hacer? La vida no nos da reveses, se los damos nosotros con los actos que hacemos todos los días, con todas ésas decisiones que no tomamos, con ésas oportunidades que dejamos pasar y con cada lágrima que derramamos en soledad, que son las más preciadas y las que más valor poseen para mí. Ser fuerte es algo muy cansado, deberían considerarlo un deporte nacional, deberían ponernos a todos en fila y comenzar a herirnos cruelmente y, quien aguantase más, debería llevarse un gran premio, algo así como una cura para su enfermedad. Quiero salir, despedazar mi piel a tiras e irme más allá de lo existencial, más allá del dolor y de todas sus curas posibles. Que hoy no quiero ser persona, ni fingir sonrisas, hoy quiero un alma vacía con huecos para no sentir.

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lunes, 2 de abril de 2012

Ésas ganas de gritar lo que siempre callaste.

Hundimiento. Los medicamentos ya no me afectan y los días me aplastan como bloques de hierro forjado que se caen encima de mí con fuerza. No puedo más. Ya sé que he dicho miles de veces ésto, pero es que no puedo realmente más. No quiero continuar con éste nudo doloroso en mi garganta. Ya no sé ni lo que quiero hacer, y tampoco sé lo que quiero que pase. Al menos, antes lo tenía bastante claro, tenía un objetivo que quería perseguir y que necesitaba conseguir, que estaba dispuesta a todo por ello. Pero, por desgracia, las ilusiones me fueron arrancadas de cuajo enseguida. ¿Y quién me las arrancó? Yo, yo y yo misma. A la gente que me rodea le duele la boca de decirme que la solución de mis problemas está solamente dentro de mí, pero no es cierto, porque no puedo encontrarla. Y la necesito, necesito encontrarla a la de ya porque estoy cansada de luchar y estamparme contra un muro. Quiero liberarme de éstos pensamientos internos que me duelen y me perforan el pecho con crueldad. Quiero ése optimismo que me rodea, pero no quiero el artificial, quiero uno de verdad. Felicidad en estado puro, éso es lo que necesito. Estoy cansada de la soledad, de no tener amigos, de estar sometida a algo a lo que no quiero. Vuelvo a querer nacer de nuevo. Y a ansiar todas ésas cosas que se me niegan. Las frustraciones me carcomen por dentro y es imposible moverse en su masa de petróleo negra. Asquerosamente cierto todo, y no puedo cambiarlo. Es increíble el asco que puedo llegar a darme a mí misma por no ayudarme a resolver un estúpido problema de relaciones con los demás. Pero es que me siento sola, me siento poco querida y vacía, me siento como si todos a mi alrededor siguiesen hacia adelante felizmente y yo me quedase estancada en el mismo sitio y no pudiese avanzar porque me fuese imposible. Porque éso es lo que sucede. Necesito mucha ayuda y mucho apoyo; en exceso, por desgracia. Y es algo que nadie está dispuesto a prestarme, y no les culpo, porque yo también entendería la dureza de la situación y tener que soportar a una persona encerrada en sí misma y amargada. Pero, por desgracia, no puedo evitar mantener la fe como siempre, tener que mirar hacia adelante como si nada pasara, tener que fingir ésas sonrisas siempre para evitar hablar de mis problemas. Necesito ayuda, o más bien, alguien que esté dispuesto a ayudarme. Echo de menos los tiempos en los que era una niña pequeña y mi mayor preocupación se basaba en escoger el color de la camiseta que quería ponerme ése día. Necesito ayudarme a mí misma, necesito a alguien que me enseñe a ayudarme a mí misma. Palabras de ánimo, estoy cansada de escuchar las mismas que me dicen que el problema está en mí misma, que coma para remediarlo, o que debería sonreír por todo lo que tengo. Pero es que no puedo, me es imposible. Y es entonces cuando me hundo más y tengo que admitir que todo vuelva a caerse y yo con ello. Necesito tener todo éso que tiene al gente y que hace más llevaderas sus vidas: la amistad real, verdadera y desinteresada. Y debería cerrar viejas heridas y dejarme llevar por lo que siento.

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No hay que alejarse completamente del pasado, porque en algún momento fue parte de ti.

No puedo evitar pedir demasiado, como siempre. No sé qué hacer para evitarlo, porque sé que si dejo de sentir y tragarme las cosas entonces será más llevadero, y la verdad es que no tengo la más mínima idea de cómo hacerlo. Quisiese escapar, no decepcionarme con todas las cosas que me hacen daño. Y la gente se cansa, se cansa de aconsejarme que no espere mucho de otras personas, pero en ésta vida hay cosas que no se pueden evitar y creo que éste asunto es una de ellas. Ya ni siquiera encuentro palabras para describir éste estado de ánimo. Sí, he logrado bajar los humos y saber contenerme a mí misma, pero ¿cuándo voy a ser capaz de tener éso que todos buscan y nunca se gasta? Necesito ayuda, no me canso de repetirlo, pero es inútil. Inútil luchar, inútil defenderse, es inútil. Quizás sea que yo esté destinada a estar sola para siempre, a no tener amigas, estaré condenada para siempre a la eterna soledad acompañada de las tardes dolorosas e infinitas, que jamás terminan y traen consigo ésos pensamientos horribles y ésas certezas aún más dolorosas. Necesito que todo cambie, volver a empezar de cero. Sí, otra vez, y otra, y otra. Pero en un sitio más lejano, en el que mi pasado no pueda perjudicarme ni pueda perseguirme como se empeña en hacer ahora. Es todo tan difícil de sobrellevar que a veces me sorprendo de cómo mantengo ésta asquerosa entereza. Pero en el fondo sí que lo sé: gracias al efecto placebo de los medicamentos. Sí, me han quitado ése bajón continuo y ésas horribles ganas de morir, pero quiero más. ¿Quizás sea un problema de avaricia? Dicen que acaba rompiendo el saco, pero yo aquí veo más bien pocas cosas que romper salvo mi cabeza. Tengo ganas de arrastrarlo todo conmigo, tengo ganas de cambiar, de ser una persona renovada y nueva. Cerrar los ojos y, cuando los abra, tener ésa vida que siempre he deseado: ése cuerpo bonito, ése carácter tan agradable, ésos problemas tan fáciles de solventar. Creo que a todos se nos han cruzado los cables de la mente alguna vez y hemos deseado algo parecido, pero muy pocos han querido llevarlo a cabo y aún menos personas han empezado a desarrollarlo con todas sus fuerzas. Yo lo he intentado, y he fracasado, otra vez. Otro fracaso que me he llevado al bolsillo. Mi padre suele decirme que, cuando la vida te da fracasos, es que quiere decirte que no vas en la dirección correcta. Pero, ¿qué pasa si has probado todos los caminos posibles y en todos has acabado llevándote la misma decepción, una y otra vez? Quizás sea más culpa mía, y no me quito de ello, pero es que necesito algo que me cambie. Sustancia química, operación, trasmutación de cuerpo, me da igual. Necesito una vida nueva, comenzar de cero y desatarme de todo para volver a empezar. Mis nuevos problemas a desarrollar serán una auténtica minucia comparados con los que me irán surgiendo a lo largo del tiempo.

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