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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

jueves, 29 de marzo de 2012

Debajo de mi sonrisa hay millones de cosas escondidas que nunca encontraréis.

Ésa voz dulce acompañada de ése rítmico golpeteo que te hunde más donde ya estás, pero te ofrece algún tipo de esperanza que te hace recapacitar sobre todo lo que está sucediendo. Te hace querer escarbar sobre todo lo que hay. ¿Cómo voy a contarles que estoy empeorando, o aún peor, volviendo a ser como antes? Que sus remedios ahora ya no me hacen efecto, se supone que iban a quitarme todo lo que no me pertenecía y que las cosas mejorarían, que podría ser una niña normal, corriente y moliente, llevar mi vida como siempre habría deseado. ¿Será que he vuelto a depositar demasiadas esperanzas en algo que realmente no valía la pena? No se callan las voces dentro de mí, las voces paranoicas que me dicen que ésto jamás va a acabar a no ser que yo le ponga remedio. Pero es que estoy cansada de aplicar remedios y que ninguno funcione, de cambiar miles de veces la forma de ser para agradar a la gente y luego no conseguir ni una mísera conmiseración. ¿Qué hacer, entonces? ¿Aguantar, ser fuerte, tragármelo todo y seguir hacia adelante? ¿O cortarlo, admitir que he de quedarme sola para siempre y que jamás voy a importarle a nadie más que a mí misma? Es doloroso escribir todo ésto, pero bajo ésta forma anónima quizás todo sea más sencillo y más llevadero, me hace revelarme tal y como soy, sin cadenas, sin nudos que me aprieten y me asfixien, y me digan que ésto no debería hacerlo para no agradar a los demás. Hace mucho tiempo que mi libro se cerró con candado, y se me ha olvidado dónde he puesto la llave y el manual de instrucciones. Por desgracia, aún pasará mucho, mucho tiempo más hasta que decida abrir y mostrar todo lo que hay en mi interior. Pero muchos, muchos años. Y quizás... no sobreviva para verlo.

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Quemamos todos los recuerdos...

Es uno de ésos momentos en los que te piensas a parar y a reflexionar, pero no sobre lo que te pasa ahora, sino sobre los recuerdos que llevas sobre la espalda. Empiezas a recordar tiempos mejores y entonces te entra en la lengua ésa sensación de echar de menos todo aquello... Echas de menos los tiempos en los que no estabas sola, a todo el mundo le caías bien y tenías tu propia personalidad, eras capaz de sobrellevarlo todo y eras fuerte, apenas si había desgracias en tu vida, y las que había, podías superarlas con la habitual brillantez de la que siempre te habías caracterizado. Quién se hubiese imaginado que todo iba a cambiar tan radicalmente a partir de ahora, ¿no? Hasta el punto de tener que buscar una vida en otro sitio, o buscar la vida de otra persona para poder acicalarte un poco. Pero aún así no sirve de demasiado. Los medicamentos no te afectan y la sonrisa postiza cada vez es más difícil de dibujarse, casi pareciera que el lápiz quiere quedarse ahí, estancado a medias, o que está esperando a que te des la vuelta para desdibujar la sonrisa o borrarla permanentemente. Y entonces es cuando te come la soledad y te carcomen por dentro los recuerdos. Te gustaría nacer de nuevo, ser una persona nueva, y éso lo has pensado miles y miles de veces. Que querrías haber sido otra persona y haber sido advertida de todas las cosas que podrían haberte pasado -y que te están pasando-, pero, en realidad, ésto sirve para aprender, para crecer, para que por dentro aprendas a madurar y ver cómo son las cosas en realidad. Por desgracia, el suelo y la realidad no siempre se tocan bajando suavemente, hay veces que tienes que estrellarte con fuerza contra ellos para darte cuenta de que están ahí y que, por mucho que lo desees, tendrás que afrontarlos sea como sea. Sacar fuerzas de donde sea, porque no quiero consumirme en mí misma.

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martes, 27 de marzo de 2012

Perdón por no tener un bonito pasado, llevo todo un presente intentando repararlo.

Mañanas insoportables y días que se comportan como si quisiesen ser eternos en el calendario. Mi corazón se aprisiona, se contrae, deja de bombear sangre por momentos para soltar de vez en cuando un suspiro esperanzador. Mis dedos se agarrotan, se cierran, y es entonces cuando siento ésa presión en el pecho que no me deja estar tranquila, me duele como si me estuviesen perforando con el cuchillo más fino del mundo. Pero no puedo hacer nada para evitarlo, por desearlo todo ahora mismo, por querer tenerlo todo en éste instante sin hacer algo a cambio. Pero es inevitable que el corazón tenga sus deseos y sus anhelos y que, conforme no vayas consiguiéndolos, los desees con aún más fuerza, ¿no? Siempre he querido éso, siempre he querido paz interior. Siempre he deseado ésos problemas mediocres que preocupan a la mayoría de personas, como puede ser qué voy a ponerme mañana, o con quién voy a salir para ir a dar una vuelta, eligiendo entre las miles de personas que están dispuestas a regalarme su tiempo. Mis asquerosas preocupaciones son no comer más de la cuenta y encargarme de agradar a los demás. En éso se basa mi patética existencia, cada vez más abrupta y más corrompida por la sed de necesidades y de compañía. Pero ¿qué puedo hacer? Si tuviese la solución ya la habría empleado hace mucho tiempo para no dañar a los seres que me rodean. Pero no puedo evitar luchar un poco más, querer un poco más, intentarlo aunque sea unos milímetros más, y siempre acabo golpeándome sin querer contra ése muro infranqueable que destroza mis ilusiones, y frente al cual acabo llorando todas las noches, pidiendo que me abran, que yo también quiero entrar y lo necesito, pero nadie responde al otro lado. Y finalmente tengo que retirarme, herida de muerte, a volver a intentarlo dentro de unas horas. Así sucederá siempre: un sin cesar de intentos fallidos que me hacen menospreciarme y asquearme como persona. Tal vez es que no me merezca pasar al otro lado. Y si fuera así, ¿qué pasaría? ¿Qué sucedería si acabo sola, como el número uno en el reloj? ¿Me volvería más loca y paranoica de lo que ya estoy, o acabaría acostumbrándome y disfrutaría de la soledad como un privilegio más? Quiero dejar de pensar por ésta noche.

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Hace ya tiempo que no soy nada para nadie.

Ésas pequeñas cosas que la gente no sabe, y mucho menos se las imagina. Vuelvo a pensar que pienso y pido demasiado para lo que se me podría conceder, me exijo tanto a mí misma que me decepciono muchísimas veces, y es así, y seguirá siendo hasta que yo ponga un remedio para solucionarlo, de cualquier forma. A veces no puedo evitar preguntármelo: ¿cuál fue el momento exacto en el que decidí partirme la vida? Dejarlo todo atrás, perder a ésos amigos y amigas que pensé que serían para siempre, decidir que las burlas y aquellos comentarios que parecían inofensivos en el fondo me afectarían tanto, hasta el punto de pasarme días y noches enteros pensando en lo sucedido, en el qué habrán querido decir realmente. Es una forma de vivir; un poco paranoica, pero es una forma. Al fin y al cabo, no hay demasiadas, y sólo se me ocurre una vía de escape que no sería demasiado eficaz, porque no quiero decepcionar a nadie, y mucho menos quiero volver a ser una molestia, pero me han dicho que en la vida hay que ser fuerte, hay que intentar pasar de ésas cosas, y lo he procurado e intentado, pero una vez más es muy superior a mis fuerzas, y entonces tengo que sacarme yo sola de ése pozo negro en el que me hundo constantemente. Sí, las cosas son así, soy la marginada, la que no tiene amigos, la chica rarita que siempre está sola. Riámonos de su soledad, a ella no le afectará, es una persona de carne y hueso hechos de piedra. Quizás lo hagamos sin querer, pero, ¿y qué importa si a ella le duele? ¿Qué importa si siente algo, qué importa si la trastocamos, la dejamos sin saber qué pensar, sumergida en ése mar de lágrimas? Marginémosla, no hablemos con ella ni intentemos integrarla. Y todo es así. Todos los días son constantemente así. Quizás mis críticas sean duras y no del todo correctas, pero ahora mismo ésta impotencia me oprime con fuerza las paredes de la garganta y no me deja mucho espacio para pensar ni respirar. Lo siento. Debería estar muy agradecida siquiera por dejarme estar con vosotros.

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Quizás sólo haya que seguir intentándolo un poco más.

Las cosas nunca salen como yo espero, en realidad creo que yo espero demasiadas cosas que yo estaría dispuesta a dar, pero los demás no son como yo. Hay personas diferentes y en éso reside la variedad que se supone que debe haber en todos lados para que la diversidad, las opciones y los gustos existan. Es por éso que hoy me pregunto: ¿por qué no soy capaz de encajar en ningún lado? A pesar de mis esfuerzos y mi perseverancia por intentarlo, de todas ésas bromas y sonrisas que he conseguido arrancar, no he encontrado el sitio adecuado para mí. Las personas que me quieren -son pocas, lo reconozco, pero maravillosas como nadie- ya me han dicho y repetido muchísimas veces que todo llegaré, y que no porque no llegue significa que todo esté perdido y me vaya a hundir en el más absoluto fracaso, aunque yo tenga ésa manía de exagerarlo todo hasta el punto de que me duela incansablemente. Los días se pasan rápido, justo como yo quiero, pero necesito intensidad, ésa chispa intensa y viva que mantiene la vida de las personas activa. No sé qué hacer y me molesta hablar del tema, pero no me molestaría contárselo a los demás, que supiesen un poco cómo es lo que de verdad llevo por dentro, pero sencillamente es algo que no puedo permitirme, sería totalmente contraproducente para mi grandísima inversión. Necesito una vida normal, y, por más que me esfuerzo, es casi imposible obtenerla. Sé que es por mi culpa, sé que hay determinadas cosas que no quisiera hacer, y algunos comportamientos que a veces odio mantener, pero aún así hay que hacerlo; y hay que hacerlo porque no quiero estar sola, no quiero estar tan fastidiada y dolorida como lo estaba antes, molida por mis propios pensamientos. Supongo que nadie sabe la intensidad con la que puede manifestarse un sentimiento hasta que irrumpe y aflora en ti de una forma tan violenta que incluso asusta. A mí los cambios me asustaron y fue difícil rehacerlo todo, coger todos los pedazos en los que se había partido mi vida para poder comenzar con una sonrisa falsa, ésa sonrisa gracias a la que todos los demás piensan que soy fuerte y siempre estoy feliz, pero no es así; la mayoría del tiempo ando cansada, triste, apática e, incluso, las tres cosas a la vez. Es horrible, jamás le desearía a alguien algo así. Así que, después de todo, de todas las cosas, de todos los esfuerzos y de todas las sonrisas fingidas, no ha servido para nada. Mis esfuerzos han resultado en vano. Como siempre. Soy un desastre mental.

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lunes, 26 de marzo de 2012

Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón.

La felicidad se vende en frascos muy pequeños y no todo el mundo la puede comprar, por desgracia. Es algo tan efímero que sabe tan dulce y huele tan bien que es difícil renunciar a ella. Y la felicidad es una de ésas drogas adictivas, que los seres humanos serían incapaces de pasar un sólo día sin tomarla. Pero yo no me refiero a ésa felicidad artificial que te venden en forma de falsos momentos, ésos momentos en los que crees que eres feliz y los de tu alrededor piensan que estás feliz, pero en realidad no lo eres, ni un poco. En realidad te pasas las mañanas deseando que lleguen las tardes, y las tardes deseando que llegue la oscuridad de la  noche, y traiga consigo la capacidad de no pensar, de pasar por alto el tic-tac de las horas. Es todo tan difícil, es difícil estar escribiendo éstas líneas teniendo que sonreírle a la gente y decir una y otra vez: "Estoy bien, me encuentro bien" y, en verdad, estás más que muerta y podrida por dentro; cada día ansías con más fuerza que las cosas cambien, que sean el cambio del cambio. Porque parece ser que con ningún cambio me doy por satisfecha, quiero que todos sean favorables, quiero tener ésa compañía que tanto ansío. Sólo quiero ser una chica de mi edad, normal, corriente, y moliente. Claro que me encantaría éso que tienen todas: me gustaría más que nada tener ése grupo de amigas en el que existe una complicidad y una confianza admirables además de la diversión infinita, me gustaría ése cuerpo bonito, y tantas y tantísimas otras cosas que me frustran cada día porque soy incapaz de conseguirlas. Es totalmente cansado éso de estar esforzándote todo el día cuando las cosas no van bien, cuando sabes que no tienes aquello que no te mereces, pero quieres esforzarte porque necesitas conseguirlo. Y una y otra vez digo que me rindo, pero en realidad no queda más remedio que seguir hacia adelante, volver a intentarlo una vez más. El tiempo me arrastra hacia adelante y es inevitable irme con él; y cada vez quiere avanzar más deprisa o más despacio, y nunca se adapta a lo que yo quiero. A veces me gustaría conocerme un poco más por dentro, para saber qué significan todas aquellas cosas que pienso y siento, porque ahora lo único que siento es que las palabras son insuficientes para describirlo con exactitud.

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Y las lágrimas caen porque el corazón no soporta más dolor.

Quererlo todo y no poder tener nada conlleva decepción y frustración. Y vivir con ello no es nada fácil, y mucho menos para una mente no acostumbrada, como me podría considerar yo. Éstos horribles momentos en los que me da por pensar y pensar sin cesar los considero los más dolorosos que he podido vivir. Quién podría imaginarse que, debajo de éste caparazón fuerte en el que me refugio, iba a existir un corazón débil y fragilucho. Pararse a recapitular y a pensar las cosas fríamente es quizás lo que me desboque del camino. Es cierto que he contado con ésa ayuda extra, es cierto que gracias a ésos detestables métodos he logrado ser un poquito más humana. Pero no puedo evitarlo, no puedo evitar seguir pensando que no soy lo suficientemente buena como para seguir adelante, que jamás lograré alcanzar el nivel de ésas personas que me rodean. ¿Y por qué? Por el simple hecho de estar. Soy una de ésas personas que muy difícilmente se llevan mal con otra gente, que está ahí con todos cuando más lo necesitan, que se ofrece para todo lo que necesite y presta ésa mano que tanta falta hace en la oscuridad. La gente lo valora a veces y éso me gusta porque significa que, al menos por unos momentos, existo para ellos. Quizás no tan especialmente como me gustaría, pero al menos sí en gran medida. Pero siempre he sido una de ésas personas solitarias e introvertidas a las que no se le ha dado bien relacionarse ni hacer buenas amistades, y mucho menos fijarlas. Pero ha sido, más que nada, por el miedo. El miedo a no ser lo suficientemente buena para completar éso que buscan las personas, el miedo a que vuelvan a hacerme lo mismo y me claven por detrás ése puñal doloroso. Las cosas han cambiado, los ambientes y las personas han cambiado para mí y sigue sin ser suficiente. Ni con ayuda química pueden solucionarse las cosas. ¿Son tantos los problemas que hay dentro de mí, y tan graves que no tienen solución alguna? ¿Por qué no puedo ser una chica como ellas? Creo que estoy condenada a ser una mera observadora del tiempo, sin nadie a mi lado a quien yo le importe. Aunque suena muy egoísta decirlo así, porque sé que en realidad no estoy del todo sola, pero es que quiero y necesito más. Quizás esté solicitando demasiado y vea las cosas desde un punto totalmente diferente a como son en realidad, y los cambios son totalmente apreciables pero yo no quiero verlos. Ahora es cuando he comprendido que el problema no está en los demás, sino en mí misma, en ésos miedos e inseguridades que transformo en sonrisas y bromas. Es todo tan complicado que me encantaría dejar de pensarlo. Aunque, por desgracia, me resultaría totalmente imposible. Horribles, horribles ganas de terminar con todo.

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domingo, 18 de marzo de 2012

Hacedme llorar con la verdad para que no me destruyáis con la mentira.

Ésa máscara detrás de la cual me escondo todos los días, y por la noche me tengo que quitar para poder descansar de ser otra persona. La máscara de felicidad falsa que llevo siempre encima, que tiene espinas que me clavo en las mejillas siempre que me la pongo, pero tengo que soportarlo, tengo que soportarlo para poder estar bien con las otras personas, tengo que luchar por ser como ellos, por ser una persona normal, corriente y moliente. La máscara que empieza a las siete de la mañana y me hace pasar por alguien normal, alguien que no arrastra por dentro sufrimientos y desengaños, alguien puro y limpio dispuesto a rehacer su vida de una vez por todas. La máscara que a la gente le gusta, porque a la gente no le gusta ver tristeza a su alrededor en un sumiso acto egoísta. Creen que la solución a éste "pequeño" problema sería sencilla, ¿no? Quítate la máscara, sé tu misma, disfruta de cómo eres. Y ante éstas palabras, siempre dejo escapar ésa media sonrisa y pienso que no tienen la más ínfima idea de cómo soy en realidad: una chica solitaria, agria, sádica, dolorida por dentro. Sería, en definitiva, un tormento para la sociedad. Sería una de ésas personas a las cuales nadie quiere acercarse, por miedo a que les contagie la infelicidad. Acabaría llorando por las esquinas, lamentándome de la desdicha que vivo, arrancándome la piel a tiras por lo que pudo ser y no fue. Por éso es mejor la máscara de la tortura, porque, aunque sea durante unos breves instantes, me devuelve pequeñas dosis de felicidad que me inyecto en las venas como un yonki podría enchufarse el caballo, desesperadamente. Porque, aunque sea durante unos instantes, puedo olvidarme de las heridas y suturas que me provoca la máscara y me hago creer a mí misma que soy una persona normal, corriente y moliente, que tal vez existe la posibilidad de ser como ellos, que a lo mejor también existe un lugar en el mundo para mí en el que sería feliz. No quiero quitarme nunca jamás la máscara. Ni siquiera por la noche, cuando el dolor y los recuerdos vuelvan a regentarme.

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A veces, expresar tus sentimientos no es tan fácil como pensabas.

El Sol ayuda a la tristeza, aunque no lo parezca. Ver ésos rayos de Sol entrando por mi ventana acariciándome la cara, ofreciéndome ésa luz que parece que me falta, es totalmente deprimente. Me dan muchas ganas de bañar en lágrimas éstos momentos de soledad, de tranquilidad en mi habitación, acompañada con ésa canción tan triste que tantas tristezas me ha arrancado muchas veces. Sin embargo, ahora me han creado ésa coraza tan indestructible que me permite no llorar, sólo pensar en lo mal que estoy, autocompadeciéndome, como siempre. Pensando que jamás llegaré a ser lo suficientemente buena. Sí, físicamente estoy logrando lo que yo quería, pero, ¿de qué me sirve, si sigo estando triste, sola y desamparada, y ésos mínimos momentos de felicidad no sacian mi sed? Porque es cierto, la felicidad no dura siempre, siempre se gasta; y siempre quiero más, y siempre acabo siendo una pesada porque quiero ése ratito de felicidad. Empiezo a sonar egoísta, pero es lo que hay dentro de mí. Siempre que todos éstos pensamientos me abundan, me paro a reflexionar, y pienso en todas ésas personas que realmente lo están pasando igual o peor que yo, y entonces me invade una tristeza peor, porque no quiero que nadie esté triste, porque nadie se merece pasar por ésos malos momentos gratuitamente. Nadie se merecería ser destruído por sus seres queridos. Así, aprendí por un periodo de tiempo a no depositar confianzas en nadie, a no ceder mi alma a cualquier persona que pasara por delante. Pero no puedo evitar hacerlo una vez más, no detenerme cuando tengo que entregarme entera, darlo todo de mí, ofrecerme siempre para éso que nadie quiere hacer... En definitiva, ser ésa persona que "siempre está ahí para los otros" y que, cuando necesito algo, "ellos no estén para mí". Necesito un libro de instrucciones.

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El dolor nunca desaparecerá, simplemente llegará un punto en el que sabrás cómo hacerle sitio.

Ya no sé cómo describirlo. Me he cansado de ser yo, me he cansado de intentar agradar a todos los demás con cosas que ni siquiera quiero hacer. Quiero ser querida por lo que soy, lamentablemente, llevo demasiado tiempo siendo yo misma y éso no funciona. Hace poco leí que una persona puede cambiar por dos motivos: aprendió lo suficiente o sufrió bastante. Y creo que mi caso es el segundo. No sé qué me sucede en realidad. Creo que es porque nunca termino de contarlo todo, porque siempre se me pega el tiempo a los tobillos, y siempre me guardo algo en el tintero, a pesar de que me han dicho y repetido mil veces que tengo que soltarlo todo; que, para ayudarme, todo tiene que salir al exterior. Pero, ¿cómo se hace éso? ¿Cómo puedo seguir hacia adelante, cómo se puede hacer todo éso? Creo que no es un exceso lo que pido. Pido saber relacionarme, pido saber hablarle a la gente sin ése temor a ser rechazada, sin retorcerme de dolor por dentro cada vez que no me contestan o que me hacen el vacío. Pido no estar sola, tener éso que llama la gente... "amigas". Porque puede que la gente no pueda ver dentro de mí, pero yo sí que lo logro, y sólo veo vacío, oscuridad y soledad, que se va llenando todos los días como si de una jarra enorme se tratase. Y lo peor de todo es que mata, mata por dentro como si se tratase de una solitaria que absorbe todo de mí sin compasión, sin tenerme en cuenta. Es horrible todo ésto. Pensé que las cosas cambiarían, pensé que tal vez con un poco de ayuda, tal vez con ése medicamento milagroso, las cosas lograrían cambiar, y sería una persona totalmente nueva y reformada, pero creo que me equivoqué y volví a depositar demasiadas esperanzas en algo que claramente estaba evocado al fracaso. Quizás es que mi caso sea ya totalmente un caso perdido y tenga que dedicarme a permanecer sola el resto de mi vida. Mientras tanto seguiré desahogándome aquí, anónimamente, en mi verdadera cara, la cara que nadie espera ver de mí.

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miércoles, 7 de marzo de 2012

Hay momentos en los que ni te apetece sonreír.

Puedes pararte a reflexionar como quieras sobre el tema. Pero reflexionar para mí es horrible. Para mí se trata de una horrible rutina en la que mi cerebro acaba comiéndose a sí mismo. Y aunque le obligo a no pensar, él sigue haciéndolo, como una bomba de dolor incandescente que irradia toda su fuerza sobre mí. Es algo incontrolable como los instintos naturales, algo que es imposible de erradicar para siempre. Creo que a todos nos gustaría dejar de pensar aunque sea por un rato. Poder disfrutar de ésos pequeños momentos que nos ofrezca la vida sin pararnos a pensar en lo que sucederá mañana. Sin pararnos a pensar en todas ésas preocupaciones que nos rondan la cabeza todos los días. Muchas veces he pensado que éso de empezar de cero estaría muy bien. Conocer nuevas personas, cambiar, ser una persona completamente diferente a la que eras antes y que te valoren por aquello que eres de verdad, por todas las cosas que has dado a cambio de ésa grandísima vuelta que ha dado tu vida. Pero si algo me ha enseñado la experiencia es que los problemas jamás se acaban. Son como una materia, que ni se crea, ni se destruye, sino que se genera a partir de una cadena de problemas anteriores, tú simplemente tomas asiento y esperas a que te alcance. Es raro que yo tome ésta filosofía de vida, creo que a éso se le llama madurar y saber enfrentarse a las cosas. Pero lo más patético de todo ésto es que no he logrado hacerlo sin ayuda, no lo he conseguido sin ésas pequeñas modificaciones cerebrales. Supongo que la clave de la felicidad está en dejarse llevar por las pequeñas cosas, ¿no? Pararlo todo durante un momento y dejarse arrastrar por ésa corriente...

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jueves, 1 de marzo de 2012

Mis pensamientos se han ido, mi alma está desgastada y mi espíritu está roto.

Nostalgia de malos momentos. Nostalgia de ésa fuerza que me acompañaba en los horribles ratos en los que estaba sola, sin nadie que pudiese ayudarme, intentando seguir hacia adelante por todos los medios, haciendo todo lo posible por ser de nuevo una persona limpia y pura de corazón. Pero, de nuevo, no fue suficiente, y fallé. Solían decirme que, cuando se tiene un fracaso en la vida, es ella la que mismamente nos quiere decir que ése no es nuestro camino, que debemos escoger otro, que salgamos de allí cuanto antes posible. Pero entonces... ¿qué camino he de tomar? ¿Por qué nadie me lo indica? Simplemente te dejan en ése cruce para que tú vayas adonde quieras. Pero éso me parece imposible, me parece imposible de superar por cualquier persona en soledad. La verdad es que admiro todas ésas personas que saben ser especiales para otras personas. Admiro cómo son capaces de "enganchar" a sus amigos, de ser especiales, de compartir tantos momentos, de ser tan espontáneos y divertidos... De verdad, lo admiro, yo quisiera ser como ésas personas, quisiera no tener que ocultar mi tristeza -que se vaya, que se largue para siempre-, me gustaría tantísimo ser como ellos, dejar de fingir ser quien no soy. Porque no sé realmente quién soy, no tengo a nadie a mi lado, y tampoco sé caminar. Todos mis intentos por ser una mejor persona fallan, y en ésos momentos no hay a mi lado ésas personas que suelen ayudarte para que sigas adelante y te apoyan en los malos instantes. ¿Adónde me voy? ¿Con quién? ¿Elijo estar sola? ¿Me quedo nuevamente sin las personas que me importan? ¿Adónde, adónde...?

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Me he perdido en demasiadas palabras.

Duelen los fantasmas del pasado y no dejan de aparecer. No dejan de reinar en mí ésos miedos que parece que van a permanecer siempre. Hace mucho tiempo me dijeron que aquel que no conoce su historia está obligado a revivirla, y creo que éso es lo que más miedo puede darme. Siempre que aparecen ahí ésos mensajes que me recuerdan lo que ha sucedido, lo que arrastran mis pies... es... tan doloroso, no sé, me quedo sin palabras para describir las sensaciones que pude sentir en ése momento. Si vuelven a pasar no sé qué haré. Pero y con ésta van muchas más situaciones que pasaron y pueden volver a pasar. El miedo; el miedo a que se repitan es lo que más nerviosa me pone, y lo peor de todo es que tener ésa certeza incrustada en el pecho es tan doloroso... No puedo evitarlo, no puedo evitar pensar que volverá a pasar, y creo que cada día voy a empezar a volverme un poco más paranoica, no paro de pensar: "¿Y si sucediera ésto?"; "¿Y si fuese a suceder aquello?", y así, ésta noche me ha dado por pensar y recordar, por recordar y abrirme otra vez ésas cicatrices del pasado que tuve que tardar tanto tiempo en sanar y perdonar, y otra vez a sanar y a perdonar, a perdonarme a mí misma el haber sido tan estúpida que me pasó la primera vez, a perdonar a las demás personas sus defectos y sus errores; a ser, como ellos dicen, "infinitamente buena", pero cuando los recuerdos se apoderan de mí es totalmente frustrante, no puedo continuar hacia adelante, me estanco y es que no puedo más. Ojalá todas éstas malas sensaciones desaparecieran, desaparecieran para siempre porque no quiero más dudas. No quiero tener ése miedo a que me traicionen de nuevo cuando mire a los ojos a alguien que para mí es importante -aunque luego no lo parezca-, no quiero volver a pasar por ésas noches infinitas.

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