Por ésos momentos en los que la mente grita: "¡Basta ya!", y entonces quieres darle un respiro a tus pensamientos. Es como beber un trago de agua bien fría cuando tienes la garganta en carne viva, que te refresca, te sana y hasta te hace tener una nueva visión de la vida después. Quizás pueda parecer ridículo, pero a lo mejor lo que necesito es ése trago de agua fría que me saque de donde estoy ahora mismo, que es aquí delante de una pantalla escribiendo todos mis pesares mientras toda la gente normal de mi edad se halla disfrutando de sus vidas, empleándolas en algo "productivo" como puede ser estar con la gente que quiere de verdad. A veces me darían ganas de ir recortando todos ésos kilómetros que me separan del lugar donde de verdad quiero estar, que me mantienen bien alejada de la gente que me importa y que me mantienen en un segundo plano en el que es algo difícil estar, porque no sabes muy bien qué sucederá, cuánto tiempo te depara aquí, ni siquiera si conseguirás salir de aquí. Si miro a mi alrededor sólo veo paredes que encierran muchos pesares, muchas lágrimas por las noches, muchas confesiones que nadie querría escuchar. Ésas paredes son las que me atan, las que no quieren dejarme salir de aquí. Quieren que permanezca viva en un ambiente muerto y éso es lo que más me cuesta de todo. Levantarme un día más, ponerme ésa sonrisa de pega falsa que tengo que mantener toda la mañana y hacer las mismas bromas de siempre, parecer la típica niña desenfadada que no tiene problema alguno. Y que, al llegar a casa, el único momento en el que pueda desenmascararme sea cuando la negrura me arrope en mi cama y me deje soltar todas las lágrimas que he estado tragando durante los momentos de risas.
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Nubes de papel.