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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

martes, 21 de febrero de 2012

A veces no puedes disimular que estás mal.

Cansada. Cansada de las personas que hacen daño, de sus juegos sucios, de ésas falsas sonrisas y ésas frases convenencieras. Porque a lo mejor no se dan cuenta del daño a largo plazo que infligen. Puede que en realidad estemos solos en éste mundo. Puede que, después de todo, no nos quede nadie más que nosotros mismos. Puede que sea verdad éso que dicen de que, si necesitas una mano, la encontrarás al final de tu brazo. Es ése momento en el que sientes que te falla todo: te das cuenta de que los que se hacían llamar tus amigos en realidad no son lo que eran, estaban llenos de mentiras y falsos momentos; te das cuenta de que ésa persona que antes se moría por hablar y estar contigo ahora te cuelga el móvil sin reparos; te das cuenta de que incluso a tu propia familia les importa tres pares de narices lo que pase porque ellos sólo quieren una relación con paz y armonía, como todas las demás. No les importa lo mal que te sientas por dentro, lo mucho que sufres por las cosas que te dicen, los malos tragos que tienes que soportar constantemente. Y es en ése momento, cuando se pierde todo, cuando notas que estás realmente sola, y te tienes que abrazar a ti misma en ésas asquerosas noches sin compañía, rezando por cosas que ni siquiera sabes lo que son, y deseando únicamente saber fingir una sonrisa mañana para que nadie te pregunte lo que te pasa y respondas con alguna grosería, o tal vez ni siquiera respondas y te dediques a pasar del tema con alguna de ésas bromas estúpidas que desvían la atención de ti. Y los días transcurren tranquilos e iguales, monótonos, aburridos, dolorosos... Todo es exactamente como el día anterior. No consigues hablarle a ésas chicas de las que te encantaría hacerte su amiga, no consigues sonreír de verdad nunca, no consigues encontrar las palabras para entablar una conversación con la gente sin que se enfade. Es una serie de catastróficas desdichas que, con el tiempo, se acumulan y acumulan y acumulan, hasta que un día tienen que explotar.

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Nubes de papel.