Hoy me he dispuesto a leer mis entradas antiguas. A desarrollar otra vez ésos sentimientos que ya creía olvidados y más que enterrados en un cajón. Pero siempre que me acuerdo de ellos, de ésos días que me pasaba hambrienta y tirada en la cama con el calor pegado al cuerpo pendiente de sus llamadas al teléfono. Ésas noches sin sueño, que parecían no tener fin, en las que me pasaba las horas leyendo y leyendo lo que ella escribía para él, intentando creérmelo. Ya no les guardo rencor, ya no. Porque ahora sencillamente me enorgullezco de mí misma, de haber sido capaz de aguantar todo aquello, y de tener a ésa persona especial a mi lado para ayudarme. Aunque probablemente no me leerás, te quiero dar las gracias por haber estado allí siempre conmigo, y, por supuesto, te quiero. Creo que hubiese sido incapaz de ayudarme a mí misma si tú no me hubieses ayudado. Porque siempre que me acuerdo de ésa horrible época en la que creía estar sola, aparecían ésas imágenes, ésos dolores que, aunque fuesen pequeños, realzaban los momentos vividos con una sólida brillantez que, la verdad, dolía bastante. Dolía el saber aquella mala época, que fue verdad, que me enfrenté a lo que más dolía y que, está bien, por algunos momentos fui incapaz de superarla pero, al final, lo logré. Fui fuerte, fui valiente y me enfrenté a las cosas que dolían, al final, trayéndome conmigo lo que más quería en el mundo. Dejando de sufrir por todos, consiguiendo las cosas como yo quería. Creo que no podría estar más orgullosa de nada más en éste mundo, que de lo que hice en ésos momentos...
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Nubes de papel.