
Hay veces en las que ni siquiera me reconozco a mí misma. Me paro, detengo mi mente, miro el reflejo en el espejo y me pregunto: ¿qué ha cambiado? ¿Por qué no sigo siendo ésa chica que veía antes, ésa chica que se divertía con las pequeñas cosas y que sabía sacar partido a cualquier situación, haciendo divertido cualquier mínimo detalle? En realidad, ni siquiera recuerdo ésos años con nostalgia, pero tampoco con exacerbada tristeza. Es una mezcla de experiencias vividas que se acumulan en el tiempo, y la verdad es que, aunque me diesen las palabras más acertadas, me encontraría totalmente incapaz de unirlas y expresarlo claramente. Me pregunto realmente cuántos años tiré a la basura desaprovechando el tiempo tan valioso que la vida me otorgaba; me pregunto qué hubiese podido estar haciendo durante ésas noches de amarga y fría soledad en las que mi única compañía eran mis pensamientos bañados en un pesimismo tan negro como la boca de un lobo. Quizás cometí demasiados errores en el pasado, y quizás invertí demasiado tiepo y demasiadas ideas en personas que realmente no merecían un sólo pedazo de mí. Y dicen que, tarde o temprano, en ésta vida todo, absolutamente todo, acaba pagándose antes o después. Sin lugar a ningún tipo de dudas, la peor deuda que he tenido conmigo misma ha sido la deuda temportal, aquella en la que me estoy viendo obligada a pagar con años, con tiempo, que es algo que no sobra. Ojalá pudiese volver atrás para advertirme a mí misma de lo que sucedería, para prevenirme de todo lo que podría ocurrirme si continuaba mi vida así, para evitar el arrepentimiento que arrastro ahora sobre los hombros y la cabeza. Pero, probablemente, aún viéndome advertida ante tales horribles situaciones, hubiese seguido hacia adelante, ingenua de mí, dispuesta a todo por ésas personas que yo creí que estarían conmigo para siempre. Y, una vez más, me encuentro equivocada.
Follow me on Twitter ♥Ask me in FormSpring :D
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nubes de papel.