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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Amo la forma en la que te llevas el dolor.

Monotonía simple, cruda y fría. Creo que puedo comenzar a afirmar que ésa es la principal enfermedad de la raza humana. Nos aburre lo sencillo, lo matutino, la misma vuelta que se le da a las horas haciéndonos parecer que hemos consumido todo el tiempo de un día, ansiando con fuerza que otro nuevo comience; y entonces lo gastamos de la misma forma que el anterior: viendo pasar las horas irreversiblemente, empleándolas en hacer nada. Al principio, cuando no estás acostumbrado y cae la noche, comienzas a pensar, y a pensar, y a pensar más y cada vez más, y al final la mente que todo el día estaba hueca se llena de ideas, de miles de pensamientos que propugnan y te recuerdan las horas muertas que han pasado hoy. Tardas mucho en dormirte, pero, al final, más por aburrimiento que por otra causa, tus párpados de plomo acaban venciendo y caes rendido o rendida en la cama, despidiendo hasta mañana las teorías de tu cuaderno de bitácora. El tiempo es algo que no se detiene, pero deja de tener prisa. Luego pasan los días que conforman las semanas, y ésas semanas dan lugar a los meses que transcurren con una lentitud abrasadora. Entonces es cuando ya, sin darte cuenta, has caído en la zona cero. La zona en la que todo te da igual; la zona en la que asumes que "todo es una mala racha que ya pasará", y no lo sabes, pero de ésa mala racha sólo hay una persona que pueda ayudarte a huir, y eres tú mismo. No lo sabes, pero ésa mala racha es un agujero negro que poco a poco nos absorbe y nos corrompe y se empeña en tragarse nuestras almas, y nosotros, mostrando indiferencia ante el asunto, lo permitimos. Dejamos que poco a poco nuestra antigua y habitual sonrisa se nos vaya borrando y se vea sustituida por una cara de enfado imposible de cambiar. Poco al poco el ceño se nos frunce y nos encogemos, miramos al suelo con obstinación, enloquecidos porque todo termine de una vez; enbravecidos interiormente con nosotros mismos para que todo finalice y pasemos a hacer otra cosa. Queremos que nuestra vida cambie sin mover un sólo dedo, nos sentamos en el banco de la vida y esperamos a que venga ésa persona que creemos especial para sacarnos de ése pozo de frustración y apatía. Qué equivocados podemos estar tantes veces, y, aún así, nos cuesta un esfuerzo mil veces mayor a levantar un kilo de plomo reconocer nuestros errores y, otro tanto elevado porcentaje, enmendarlos. He aprendido que, a veces, no es malo tragarse el orgullo; no es malo decir alguna simple tontería para alegrarle el día a alguien, no te perjudica, es más, tal vez sin darte cuenta poco a poco estés saliendo de ése pozo insondable.

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Nubes de papel.