La alarma del despertador no señala el principio del día, sino el final de una larga noche.

Escribo sin parar, porque cada sentimiento que recorre mi columna vertebral prende hasta mis manos y me hace soñar. Lo daría todo ahora mismo si me prometiesen una eternidad conmigo misma. Y ya que estamos por soñar, vamos a soñar que un "para siempre" existe. Y vamos a soñar, vamos a soñar que estoy viva y que cada vez que me miro a los ojos es un calambre que me mando. ¿Qué siento que me dicen cuando me miran? Necesito un intérprete de sueños, un traductor de ilusiones, un hombre mudo que me diga que todo es verdad, voy a dar mi versión de verdad, vas a poder tocar ésa cinta roja que ata tu corazón a mi cuello, vas a abrazar las palabras que escribo. Y es especialmente difícil no despegar los pies de la Tierra, y me resulta duramente difícil apartar mis miradas falsas, mis sonrisas fingidas, todos mis gestos. Brindo cada grito de mi sangre, doy cada uno de mis suspiros al aire, regalo con gusto todas mis lágrimas, todos los fotogramas que demuestran que han tocado mi corazón. Doy el vacío de mi pecho para acurrucarme y soñar que lo tengo para mí. Lo regalo todo.

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