Es difícil perdonar cuando sabes que el otro no se arrepiente.

Dos vidas, dos destinos, dos corazones unidos por un lazo rojo muy fino. Una no puede dejar de sentir, y la otra mira y prolonga la agonía. ¿Tal vez un sueño en común? ¿Tal vez se aman? Pobre, pobre e ingenua alma de cristal que cree que puede esperar para siempre, que disfruta con cada momento de agonía. Dulce, dulce y suave alma que duerme y sueña tranquila creyendo que aquello no es para ella. Vuelan tranquilas las almas, soñando despertar. Y el lazo rojo cada vez se tensa más y más, y cada tironcito que da un tercer alma, duele. Pobre, pobre y silenciosa alma que compone pedacitos de dolor en su umbral de luz. Dichosa, dichosa y feliz alma que cree que su vida es perfecta. La llama de la vida se apaga en sus ojos y prende por las venas diciendo que esperará para siempre. Dulce muerte del corazón, preciosa lluvia de agonía que baña aquel armazón. Porque quiere estar rota, pero sólo está agotada, porque piensa que el tiempo es buen curandero, porque piensa que la muerte es una forma más de amar, porque sueña que ama, y sueña que es amada.

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