Es uno de ésos momentos en los que te piensas a parar y a reflexionar, pero no sobre lo que te pasa ahora, sino sobre los recuerdos que llevas sobre la espalda. Empiezas a recordar tiempos mejores y entonces te entra en la lengua ésa sensación de echar de menos todo aquello... Echas de menos los tiempos en los que no estabas sola, a todo el mundo le caías bien y tenías tu propia personalidad, eras capaz de sobrellevarlo todo y eras fuerte, apenas si había desgracias en tu vida, y las que había, podías superarlas con la habitual brillantez de la que siempre te habías caracterizado. Quién se hubiese imaginado que todo iba a cambiar tan radicalmente a partir de ahora, ¿no? Hasta el punto de tener que buscar una vida en otro sitio, o buscar la vida de otra persona para poder acicalarte un poco. Pero aún así no sirve de demasiado. Los medicamentos no te afectan y la sonrisa postiza cada vez es más difícil de dibujarse, casi pareciera que el lápiz quiere quedarse ahí, estancado a medias, o que está esperando a que te des la vuelta para desdibujar la sonrisa o borrarla permanentemente. Y entonces es cuando te come la soledad y te carcomen por dentro los recuerdos. Te gustaría nacer de nuevo, ser una persona nueva, y éso lo has pensado miles y miles de veces. Que querrías haber sido otra persona y haber sido advertida de todas las cosas que podrían haberte pasado -y que te están pasando-, pero, en realidad, ésto sirve para aprender, para crecer, para que por dentro aprendas a madurar y ver cómo son las cosas en realidad. Por desgracia, el suelo y la realidad no siempre se tocan bajando suavemente, hay veces que tienes que estrellarte con fuerza contra ellos para darte cuenta de que están ahí y que, por mucho que lo desees, tendrás que afrontarlos sea como sea. Sacar fuerzas de donde sea, porque no quiero consumirme en mí misma.
Follow me on Twitter ♥
Ask me in FormSpring :D
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nubes de papel.