Porque creo que ya he aborrecido ésa música esotérica que acompaña mis sueños. Empiezo a reparar mis alas para echar a volar antes de que me alcances. Si puedo lo haré, y si no puedo lo daré todo con tal de poder hacerlo bien. Y si me esfuerzo por no morir, no hay nada que agradecer. Mil veces he soñado que moría en el lecho de la vida, novecientas noventa y nueve he soñado que infundías tanto calor en mi pecho que me hacías revivir. Sigo esperando a que vengas, ¿sabes? Y mi paciencia nunca se va a agotar, cae con cuentagotas sobre tu espalda, se desliza suavemente por tus caderas y desemboca en los labios. Porque no hay nada más dulce en el mundo que las tinieblas que me envuelven. Mirando hacia el cielo apunto con una pistola a la cordura por si se me ocurre intentar hacerme sentir. Pasando mil noches en vela, arranco las escamas del dolor en mi piel. Siento emociones prohibidas en silencio. Vuelvo a pensar, vuelvo a perder, a asimilar, a comprender, a aceptar, a sacrificar, vuelvo a gritar "basta". Porque ya lo sabía, que todos aquellos paseos de madrugada por la playa habían servido para saber aceptarlo. Ya lo sabía yo, ya lo sabía cómo se le llama a ésto.
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Nubes de papel.