Aprender que, para sanar una herida, hay que dejar de tocarla.

Anoche no pude dormir porque había un niño llorando. Y era tan extraño y dulce que partía sin cuidado mi alma, quebrándola en pedacitos. Era tan sordo y amargo que me hacía llorar a mí, y era tan triste y solitario que me hacía encogerme debajo de las sábanas. Anoche soñé que estaba ciega y alguien que cogía de la mano y me guiaba en la oscuridad. Anoche soñé con sus ojos en la oscuridad. Anoche soñé con mi crisálida de cristal y con la barrera que permitía diferenciar la realidad de un sueño. Anoche soñé que arañaba el mural de la monotonía, que hacía lo prohibido. Anoche soñé que me caía y lloraba porque no me podía levantar. Anoche soñé con romper aquella barrera de miradas que envenenaban mis pupilas como un éxtasis. Anoche soñé que rompía el bolígrafo con el que componía mis sentimientos, y lo tiraba todo a la basura. Anoche soñé que borraba todos los momentos, todos los sueños, todas las miradas, los roces y todas las visitas. Anoche soñé que desentonaba con un "mi". Anoche soñé que volvía a alimentarse de mí. Anoche soñé que el pico de sus sentimientos rozaba mi corazón, y entonces desperté.

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