Hola, abuelo. Las cosas por aquí abajo no van bien. Me gustaría muchísimo tener ahora la fuerza que tú tuviste en su momento y has tenido durante toda tu vida. Me estoy obligando a comer, abuelo, ¿te imaginas? Yo obligándome a comer porque si no moriré. Llevo mucho tiempo con ésta tristeza encima y no me siento con la fuerza suficiente para afrontarla mucho tiempo más. ¿Cómo se sigue adelante, abuelo? Sé que ahí donde estás puedes leerme, y también sé que eres tú la mano que apacigua mi sufrimiento por las noches; sé que gracias a tu vigilancia como ángel de la guarda sigo viva. Ya no soy yo quien mata al tiempo, es el tiempo quien me mata a mí. Prometí no derramar más lágrimas, abuelo, y aquí estoy delante de la pantalla nuevamente herida; o mejor dicho, con una herida a medio cerrar que ha vuelto a abrirse con el tiempo. Me siento terriblemente sola, abuelo, ¿en el lugar en el que estás no existe el dolor? Llévame contigo. No tengo fuerzas para seguir afrontando la vida, me siento inútil y sin ganas de nada. No puedo salir de mi habitación. Enseguida me duele el pecho y siento como si me perforasen el cráneo con un taladro, por muchas pastillas que tome. No quiero hacer locuras, porque sé que tú no querrías ésto. Estés donde estés, por favor, abuelo, te suplico que me mandes tus fuerzas y no me hagas caer más en éste agujero negro. Por aquí te echamos mucho de menos. Te quiero.
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Nubes de papel.