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Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo, ¿vale? Si tienes un sueño tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve a por ello y punto.

jueves, 23 de mayo de 2013

El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.

Me convertí en un monstruo; en una especie de monstruo apartado y solitario que no podía ni articular palabra. Ya sólo quería estar arrinconada en mi cuarto, quería notar la ponzoña fluyendo por mis venas, cómo poco a poco perdía la parte humana que aún me quedaba y lo irracional se apoderaba de mí cada vez con un magnetismo más fuerte. Estaba enferma, sí, pero estaba enferma de todo y de todos; estaba demasiado rebentada, demasiado cansada, demasiado todo como para poder seguir sintiendo cosas por dentro. No podía articular una palabra, de mi boca sólo salían gemidos y suspiros lánguidos que me rebentaban el pecho al escalar por mi garganta. Todas las cosas que llevaba por dentro estaba haciéndome daño, muchísimo daño. Tenía un nudo en la garganta que me presionaba y me ahogaba recordándome que no era más que una basura, un monstruo, alguien irracional que nadie quería tener a su lado y por éso abandonaban a su suerte. Hubiese dado todo por una noche eterna, por veinticuatro horas al día en los que ni un sólo rayo de luz penetrase en mi habitación, porque cada uno de los milímetros que rozaba mi piel dolía como si la quemase. Quería una noche sin recuerdos, sin dolor, sin ojos hinchados de lágrimas, sin pesadillas, sin gritos...

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Nubes de papel.