Saber que decepcionas. Saber que has llegado a doler tanto como otra persona lo ha dolido para ti. Éso es lo frustrante. Pero peor todavía es no saber sacarlo, no saber expresar la decepción y el temor que llevas dentro y tener que callártelo y aguantarte las ganas de salir corriendo y llorar. Por primera vez es cuando te sientes sola en ésa compañía en la que no te sentías sola; por primera vez sientes miedo, por primera vez las cosas no están tan seguras como tú pensabas. Es cuando te sueltan el palazo cuando te das cuenta de que la realidad es más fría y dura de lo que pensabas, a veces hace falta un pequeño empujón para poder ver las cosas tal y como son, o simplemente necesitas ayuda para dejar de actuar tan mal como actúas. Ése momento en el que las cosas estallan es cuando te das cuenta de que algo tiene que parar: el tiempo se tiene que detener, el corazón tiene que dejar de latir o algo así, y tienes que hacer lo que sea por pararlo o acabarías ahogada en tus propias conclusiones. Pero no, como siempre, una vez más, el mundo se ve obligado a continuar girando impasible y sin tener constancia de las circunstancias personales de cada uno, y continúa. ¿Qué habrá detrás de las lágrimas que me acabo de guardar? ¿Irán a parar a algún lugar secreto en mi interior del que yo no tenga constancia?
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Nubes de papel.