Cuando ya no te queda nada, cuando ningún arma que te quede en pie es suficiente, cuando piensas que todo se ha derruído, cuando incluso la persona que pensabas que nunca te fallaría lo hace, ése es el preciso instante en el que toda la vida da un giro de trescientos sesenta grados y es cuando te armas de valor y tu cuerpo te pide dar un grito de: "¡Basta ya!". Basta ya a todas las palabras malas y basta ya a todas las personas que te hacen daño, basta ya a toda ésta confusión que se empeña en perseguirte como si le fuese la vida en ello. Y no es nada fácil desprenderte de algo que es importante, desprenderte de ése algo que es importante en tu vida, que jamás pensarías que podrías siquiera vivir sin dicha persona. Lo malo de todo ésto es que éste valor del que me armo, tal como viene, se va. Y cuando se va, me deja débil y endeble, vulnerable a los pensamientos.
A veces quisiera pararlos. Quisiera que, cuando uno quisiese penetrar en mi mente, pudiese alzar mi mano y pararlo como si de una flecha se tratase o, al menos, esquivarlo. Pero es imposible porque ya lo he intentado en incontables veces, y es más fácil dejarlo hacerte daño que intentar pararlo y esquivarlo. No se puede arreglarlo todo, no se puede tener una vida cordial y llena de felicidad, no se puede tener a todo el mundo contento porque, cuando intentes darle el gusto a alguien y a otro alguien, enseguida te llamarán hipócrita y mala amiga, entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo reaccionar?
He probado todos los métodos existentes, y ahora no sé qué puedo hacer. No quiero caer en la desesperación porque aún quedan muchos días que estar aquí. Pero ¿qué más da éso ahora? Aunque queden pocos días que estar aquí, cuando esté allí ya no habrá nada, no habrá una mano amiga y tampoco habrá un Verano memorable esperándome. No habrá nada porque todo se ha acabado. Quiero una vida nueva. Quiero una vida limpia para empezar, para cometer nuevos errores y tener nuevos pensamientos, para poder reformar mi carácter y mis pensamientos, para no tener que sufrir de la forma en que lo hago. Porque la única causante de mi sufrimiento ahora mismo soy yo, y sería patético intentar echarle la culpa a los demás.
Tengo que hacerme una persona especial. Porque quiero serlo. Quiero ser ése tipo de persona buena, especial, amiga de sus amigos, que todos quieran estar con ella y ser agradable. Y éso es lo que he pretendido hasta ahora, pero no ha sido suficiente porque estoy en el mismo lugar en el que estaba antes de llegar aquí.
Me muerdo la lengua, y sigo hacia adelante como si nada pasara.
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Nubes de papel.