Hay días en los que siento que el mundo se ha caído encima de mí y no encuentro la forma de levantarlo, por mucho que me esfuerce. Son ésos días que parece que te quemas por dentro y que darías lo que fuese, lo que fuese, lo que fuese... sólo por un poco de compañía. Sólo por salir del sitio en el que estás atrapada. Sólo porque todo cambiase un poquito. Son ésos días en los que te ves avasallada por miles de preguntas que torturan tu mente y no se quieren ir. Días en los que gritas a la pared que basta ya, que te suelte, que quieres comprender y ser comprendida... porque sin comprensión lo único que haces es derrocharte... Miras al espejo y te preguntas: ¿qué hago mal? ¿Es mi pelo, mi cuerpo? ¿Por qué no sirve de nada ser como ellos, pero tampoco ser yo misma? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué soy incapaz de ser como ellos? ¿Por qué duele tanto cuando en realidad no hay nada? ¿Por qué todos acaban abandonándote tarde o temprano? ¿En qué fallo? ¿Realmente merece la pena? ¿Por qué no se acaba todo ésto? ¿Por qué no acabo con todo ésto? ¿Por qué no puedo salir de aquí? ¿Por qué... por qué?
Ya sé que estoy mayor para los sueños, pero ¿por qué no lo soy para jugar con fuego? El tiempo sigue corriendo y me persigue, pero a veces quiere ser demasiado devastador y otras tantas se empeña en jugar conmigo como si fuese una marioneta. Las veces que me siento sola en una clase llena de gente, el tiempo me enseña que puede pasar muy rápido y muy lento a la vez. Sólo buenas noticias, éso es lo que espero. Un rayito de luz entre todas las nubes que me diga que voy a salir de aquí, me siento como en una condena perpetua de la que nadie me puede librar y de la que quiero salir, y pongo todo mi empeño, toda mi ilusión y mis ganas, pero no es suficiente. No es suficiente porque voy a estar aquí por mucho, mucho tiempo. Y nadie puede ni quiere remediarlo.
Aquí voy a estar encerrada durante mucho tiempo, en mi paraíso de silencio donde sólo yo decido qué, cuándo y cómo destrozar. Ahora me doy cuenta de cuando lo pensaba. Pensaba que era posible, aún albergaba una esperanza de salir de aquí, y estaba dispuesta a aferrarla con todas mis ganas, y a cambiarla por lo que fuera. Pero siempre acababa volviendo a lo más frustrante, a la pared con la que siempre me chocaba y que tenía dibujado un rotundo y contundente “NO” en letras mayúsculas. Tantas historias inquietas... pesan, pesan demasiado. El aire que rodea tus momentos vividos. Tus pensamientos son únicos, tus certezas, un rápido parpadeo se apodera de tu forma de ver el dia a dia. El instante del cual apartas la mirada, son milésimas de segundo. Cero es la palabra clave de contrariedad... Así que vuelvo a mirarme al espejo y vuelvo a preguntármelo... qué es... qué es lo que hago mal...
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Nubes de papel.